Las muertes masivas de salmones en Mowi ponen de manifiesto el grave coste de ignorar el bienestar animal, ya que las heridas y la mortalidad de los peces se reducen a una cuestión de ganancias.
En las atribuladas instalaciones de Mowi en Oksen, Noruega, un alarmante 75% de la población de salmones fue “degradada” este invierno debido a graves heridas y lesiones, como las que se ve en las siguientes fotografías, publicadas el 9 de mayo en un artículo de la Corporación de Radiodifusión de Noruega, NRK, con información del periódico financiero de ese país, Dagens Næringsliv.
Esta cruda realidad salió a la luz tras una inspección no programada de la Autoridad de Seguridad Alimentaria, Mattilsynet, en la costa de Trøndelag, revelando salmones con graves y múltiples heridas. Las declaraciones de la gerencia de Mowi, sumado a su historial documentado de sufrimiento animal, dejan en evidencia que la principal preocupación de este gigante de la salmonicultura no es el evidente sufrimiento de los salmones, sino el impacto en sus flujos de dinero y valoración bursátil.
La grave situación en Oksen no es nueva; los registros tanto de los informes de sacrificio como de las cifras de biomasa presentadas por Mowi durante el invierno boreal confirman un problema de larga data. Particularmente en la instalación de Oksen, cerca de Sotra, los informes dejaron en evidencia tasas de mortalidad excesivamente altas y cuantiosas lesiones en los peces, exacerbados por lo que Mowi describió como “condiciones desafiantes” debido a la presencia inusual de parásitos a lo largo de la costa.
La narrativa presentada por Mowi, centrada principalmente en lo que denomina “retos operativos y esfuerzos de mitigación”, contrasta fuertemente con los sombríos datos revelados. Solo en enero, un asombroso 61,51% de los peces de un centro de producción murieron. La tasa de mortalidad acumulada a finales de febrero se situó en el 28,6%, con importantes discrepancias entre los informes de la empresa y las cifras oficiales. Durante la tercera semana de febrero, el 80% de los salmones estaban tan dañados que no podrían ser comercializados.
Un escrito enviado a Mowi por la Autoridad de Seguridad Alimentaria de Noruega critica la respuesta tardía de la empresa ante la creciente crisis, señalando que las principales intervenciones para sacrificar a los peces con “bienestar comprometido” (un eufemismo que quiere decir “cuantiosas heridas causándoles grandes sufrimientos”), deberían haber comenzado mucho antes. Tal ineptitud pone de relieve una desconcertante falta de consideración por el sufrimiento animal, eclipsada por deliberaciones procedimentales y financieras.
Además, la clasificación de los peces por parte de Mowi en diferentes categorías de calidad ilustra aún más un panorama inquietante: una parte sustancial del salmón, clasificada como no apta para la venta directa al consumidor debido a heridas y lesiones, requiere ajustes de procesamiento antes de que pueda siquiera considerarse para el mercado o la exportación.
Informes veterinarios y opiniones de expertos, como los de Trygve Poppe, ex catedrático de la Facultad Noruega de Ciencias Veterinarias, sugieren que estos problemas no son incidentes aislados, sino parte de un patrón problemático de descuido del bienestar animal en las instalaciones. Poppe critica la falta de adaptabilidad de la industria a los desafíos del mundo real, que invariablemente repercuten en el bienestar animal.
Ola Helge Hjetland, Director de Comunicaciones de Mowi, declaró: “Desafortunadamente, no es sorprendente que esto venga de Poppe, pero es muy decepcionante”. Esta respuesta evidencia una táctica de Mowi por desacreditar a Poppe, al intentar descalificarlo en lugar de abordar lo que el experto plantea sobre el problema de fondo. Hjetland continuó con un argumento que ya es habitual: “Mowi se toma muy en serio el bienestar y la salud de sus peces. Por razones éticas, de sostenibilidad y financieras, va en nuestro propio interés que los peces crezcan y tengan la mejor vida posible. Por lo tanto, invertimos cuantiosos recursos en investigación y desarrollo para aumentar la supervivencia y mejorar el bienestar de los peces”. Esta consabida afirmación se alinea con la igualmente usual práctica de la industria de etiquetar el sufrimiento animal como meros “desafíos operativos”. En tal sentido, las proclamadas “preocupaciones éticas” de Mowi rayan en lo absurdo dadas las realidades reportadas.
A medida que los reguladores, como la Autoridad de Seguridad Alimentaria, exigen nuevos planes operativos a Mowi para evitar episodios recurrentes de alta mortalidad y bienestar comprometido, se hace evidente la necesidad de una revisión radical de las prácticas y prioridades en Mowi. La situación requiere una respuesta inmediata y transparente que priorice el bienestar animal sobre las ganancias financieras.
La semana pasada, escribimos sobre las sombrías realidades de la industria salmonera noruega, reveladas en un reportaje de la Corporación Noruega de Radiodifusión, NRK. La industria, que se caracteriza por el inmenso sufrimiento animal y el daño ecológico que ocasiona, obliga al salmón a soportar vidas miserables en jaulas superpobladas e infestadas de enfermedades, mientras que parásitos como piojos del salmón prosperan en estas condiciones. Técnicas como la desparasitación térmica, donde los salmones se someten a temperaturas que para una especie de agua fría equivalen a ser hervidos vivos durante interminables segundos, resaltan la crueldad extrema involucrada, que a menudo resulta en la muerte o lesiones graves. A pesar de algunas tímidas iniciativas de Mattilsynet para eliminar gradualmente tales prácticas debido a preocupaciones sobre el bienestar animal, las presiones de la industria la llevaron a revertir su propuesta, lo que subraya un problema sistémico de maltrato animal y negligencia ecológica motivado por el lucro, con la complacencia de la entidad reguladora. En cuanto a la autoridad política, factores como el crecimiento económico, la creación de empleos y la consiguiente recaudación tributaria, sumadas al intenso lobby de esta poderosa industria, determinan su pasividad, o mejor dicho, su complicidad.
Héctor Pizarro, Sociedad Vegana