La inquietante proliferación de montajes de enternecedores vídeos de interacciones entre animales lleva a preguntarse: ¿cómo es que quien grabó el vídeo estaba en el “lugar adecuado en el momento preciso”?
Las plataformas de video como YouTube y TikTok se han convertido para mucha gente en fuentes de contenido conmovedor, a menudo con simpáticas escenas de animales y rescates heroicos. Sin embargo, no todo lo que parece inocente y alentador en la pantalla es lo que parece. Entre estos millones de vídeos felices, ha surgido una tendencia inquietante: la escenificación de la “ternura animal”.
Con frecuencia cada vez mayor, algunos usuarios suben a Internet vídeos que muestran a animales en situaciones aparentemente espontáneas que resultan adorables, o incluso heroicas. Consideremos un vídeo en el que aparece un golden retriever rescatando a un gatito de un arroyo peligroso colocando un tablón, o unos buenos samaritanos liberando a un perro pegado al suelo con un fuerte adhesivo. Sin embargo, si lo examinamos más detenidamente, surgen algunas preguntas importantes: ¿cómo es que la persona que grababa estaba en el “lugar adecuado en el momento adecuado”? Si la persona que filmaba al gatito estaba lo bastante cerca para captar la escena, ¿por qué no intervino directamente para ponerlo a salvo, sino que esperó a la oportuna intervención del golden retriever con un tablón? Esto sugiere que la persona de la cámara sabía lo que iba a ocurrir, lo que constituye una prueba fehaciente de que se trataba de una situación escenificada. ¿O cómo es que un perro queda pegado al suelo con adhesivo? A veces, incluso hay diferentes ángulos de la misma toma, lo que sugiere que varias personas estaban filmando al mismo tiempo. ¿Son estas situaciones tan espontáneas como parecen, o están orquestadas deliberadamente para conseguir visitas, “me gusta”, suscripciones y dinero?
La desafortunada verdad es que muchas de estas situaciones no son actos aleatorios de bondad o instinto animal, sino montajes artificiales que explotan la angustia animal. Estas situaciones manipuladas son, en esencia, una forma de crueldad animal. Los animales no pueden consentir en participar en estas situaciones y a menudo se les somete a entornos antinaturales o estresantes que les causan confusión, ansiedad y miedo.
La explotación no se detiene en la escenificación de la ternura. También son frecuentes los casos de crueldad directa, celebrados como si fueran simpáticos o divertidos. Un ejemplo desolador es el de una planta de embalaje de China, donde se muestra a crías de cerdo introducidas de una en una en cajas de cartón, listas para ser despachadas a los compradores. A pesar de pánico patente que demuestran estos cerditos, el procedimiento es presentado como entrañable: son mascotas. Uno solo puede imaginarse la angustia que experimentan las crías durante el procedimiento de transporte.
Paralelamente, hay auténticos vídeos en Internet que muestran a héroes de la vida real arriesgando su seguridad para salvar a animales de incendios devastadores o de morir ahogados. La diferencia entre estos actos reales y desinteresados y los videos escenificados es motivo de reflexión.
Como consumidores de contenidos online, es nuestra responsabilidad discernir y cuestionar la autenticidad de los vídeos que consumimos, denunciar los contenidos sospechosos y evitar compartir vídeos que parezcan escenificados o explotadores. Esta responsabilidad es aún más crucial si tenemos en cuenta que la acumulación de “me gusta”, “visualizaciones” y “comentarios” incentiva a los creadores a seguir produciendo vídeos similares, perpetuando un ciclo de explotación animal. Nuestra fascinación por la ternura animal debería apoyar su bienestar en lugar de contribuir inconscientemente a su sufrimiento.
Esto nos lleva al papel de las plataformas como YouTube. Aunque YouTube ofrece un mecanismo para que los usuarios denuncien los vídeos que infringen sus directrices, ninguna de las categorías actuales, como “contenido sexual”, “contenido violento o repulsivo” o “contenido odioso o abusivo”, cubre explícitamente el maltrato animal. Instamos a YouTube y a otras plataformas similares a que revisen y amplíen sus opciones de denuncia de contenidos para incluir categorías explícitas de posible maltrato o crueldad animal.
Al fin y al cabo, estas plataformas deben parte de su popularidad a los vídeos de animales adorables. Por tanto, parece apropiado que tomen la iniciativa en la protección de esos mismos animales frente a la explotación y el daño. Nuestro llamamiento a YouTube es claro: Por favor, añadan una opción para denunciar el posible maltrato animal. Si lo hacen, sentarán un precedente para que otras plataformas lo sigan, creando un entorno digital más seguro para todos los seres.
A pesar de una reducción del 8%, las violaciones al bienestar animal en la importación de corderos y terneros vivos a Israel siguen siendo un problema.
El Ministerio de Agricultura de Israel ha divulgado recientemente datos que evidencian un problema constante y sostenido de violaciones al bienestar animal en el transporte de corderos y terneros vivos al país. A lo largo del primer semestre del año, Israel ha importado 502.493 corderos y terneros en vivo, de los cuales 69.871 han sido trasladados a la Autoridad Palestina. Aunque estas cifras reflejan una reducción del 8% en comparación con el mismo periodo del año anterior, las preocupaciones de los grupos de defensa de los animales no disminuyen.
La organización de derechos de los animales, Animals Now, enfatiza la continuación de estos envíos bajo condiciones absolutamente inadecuadas. Los animales son expuestos a enfermedades, a condiciones de viaje severas y a sufrimiento innecesario, a lo que se suman riesgos directos para la salud pública. La entidad ha venido denunciando las terribles condiciones que los animales soportan durante su travesía, escribe The Times of Israel.
En 2018 se hicieron intentos para legislar contra estas embarcaciones inhumanas, liderados por el legislador de Likud, Miki Zohar, intento que se vio frustrado al celebrarse elecciones anticipadas. Intentos posteriores para aprobar proyectos de ley similares han sido infructuosos, dando lugar a la continuidad de las importaciones de animales vivos.
Un informe del Contralor del Estado de Israel, publicado en mayo de 2020, corroboró varios testimonios acerca de las condiciones inhumanas de estas embarcaciones, generando alarma pública acerca del bienestar de los animales. El documento detalló condiciones adversas como ventilación inadecuada, temperaturas y humedad extremas, falta de alimentos y agua, y animales forzados a vivir entre sus propios desechos fisiológicos.
El Contralor del Estado criticó además la falta de seguimiento a las denuncias de violación al bienestar animal, así como el fracaso para mejorar las condiciones y garantizar el cumplimiento de las regulaciones. Hizo un llamado a una respuesta más eficaz para tratar la potencial propagación de enfermedades zoonóticas.
En una revisión del Comité de Auditoría del Estado de la Knesset, el presidente Mickey Levy expresó su asombro ante estos hallazgos, instando al director general del Ministerio de Agricultura a reunirse con los representantes del Contralor del Estado para atender los serios incumplimientos.
A pesar de las preocupaciones, representantes de los principales importadores de ganado de Israel, incluyendo a Hatem Dabah de la Compañía Dabah, insisten en que sus barcos cumplen con todos los requisitos reglamentarios. Sin embargo, Lior Harish de la Barra de Abogados discrepa, argumentando que el sufrimiento de los animales en estos envíos constituye una violación a la legislación de bienestar animal.
Las preocupaciones constantes sobre el bienestar animal subrayan la necesidad urgente de medidas legislativas y de mejorar las regulaciones para el cuidado de los animales.
Qué pensamos en Sociedad Vegana
La información proveniente de Israel, como el trágicamente célebre caso del buque Elbeik, de 2021 (ver artículos de referencia), demuestran una vez más la incompetencia humana cuando se trata de proteger el bienestar animal. En lugar de prevenir sufrimientos, estos procedimientos comerciales han infligido un inmenso dolor a animales inocentes, al no existir una legislación apropiada.
El caso del Elbeik en España alcanzó ribetes grotescos dado el pasmoso nivel de ineptitud e indolencia administrativa. Un error en los certificados de origen de los animales llevó a un viaje de tres meses que resultó en el sufrimiento sostenido y, finalmente, la muerte, de miles de animales. Las autoridades españolas intentaron desviar la culpa hacia Turquía, país comprador de los animales vivos, y ocultar así su propia mediocridad.
Estos incidentes subrayan la urgencia de una acción legislativa y una mejora en las regulaciones de bienestar animal. Las condiciones inhumanas durante estos transportes demuestran que la garantía del bienestar animal en viajes de larga distancia es prácticamente inexistente. Los organismos responsables deben considerar estos casos como una llamada a la acción para abordar y rectificar estos graves problemas.
Ilustración: imagen compuesta con base en capturas de pantallas del periódico The Times of Israel.
En el siglo XIX, ser dueño de seres humanos era considerado un modelo de negocio legítimo y generador de riqueza, a pesar del terrible sufrimiento que infligía a aquellos que estaban esclavizados. Nuestra actual práctica de la agricultura animal será vista con el mismo horror e incredulidad en el futuro.
En la era moderna, la práctica de la esclavitud, en la que un ser humano es dueño de otro, se considera con razón detestable y ha sido prohibida en todas las sociedades civilizadas. Hace unos días vi por segunda vez la película “Django sin cadenas”, cuyas escenas resaltan las grotescas injusticias que antaño no sólo se aceptaban, sino que incluso se celebraban como signo de prosperidad y posición social. Sin embargo, ¿qué pasaría si pudiéramos contemplar nuestras normas sociales actuales desde la perspectiva de un futuro lejano? Más concretamente, ¿podría llegar un momento en que nuestro trato actual a los animales se considerara igual de chocante y repugnante?
En el siglo XIX, la apropiación de seres humanos se consideraba un modelo de negocio legítimo, creador de empleo y generador de riqueza, a pesar del terrible sufrimiento infligido a quienes eran esclavizados. Hoy en día, la mayoría de nosotros repasamos ese periodo con horror e incredulidad, preguntándonos cómo una sociedad completa pudo aprobar una explotación tan brutal.
Del mismo modo, nuestras prácticas actuales de agricultura animal serán vistas algún día con el mismo tipo de horrorizada incredulidad. Consideremos, por ejemplo, la industria láctea. Este acaudalado sector se basa en un sistema de impregnación forzada y continua de las vacas, la separación de los terneros de sus madres poco después de nacer y el ordeño incesante de las desconsoladas madres. Cuando la producción de leche de las vacas disminuye, son enviadas al matadero, sus cuerpos convertidos en productos cárnicos baratos.
Esta dura realidad se enmascara con imágenes idílicas de vacas contentas pastando en prados verdes, proporcionándonos felizmente su leche. Pero al igual que los propietarios de las plantaciones del pasado, que pintaban un cuadro de esclavos “felices”, esta representación se contradice con la cruda realidad.
En estos momentos, puede resultar difícil para muchas personas establecer paralelismos entre la esclavitud humana y la explotación de los animales. Al fin y al cabo, los animales son vistos como “seres inferiores”, y utilizarlos para nuestras necesidades y deseos se percibe como algo natural y esencial. Antaño también se consideraba natural y esencial que ciertas personas fueran dueñas de otras.
Considero importante tener presente que la ética evoluciona. En el futuro, la idea de explotar seres sintientes para nuestro uso (estético, gastronómico o recreativo), independientemente de su especie, se considerará profundamente errónea. Al igual que ahora reconocemos la dignidad y el valor inherentes de todos los seres humanos, llegará un momento en que extenderemos esa noción ética a toda vida sintiente.
Este concepto puede parecer radical o incluso absurdo ahora, pero también lo era la idea de abolir la esclavitud humana en el siglo XVIII. Era una institución profundamente arraigada y legítima. Se necesitaron visionarios, rebeldes y humanitarios para desafiar el statu quo y marcar el comienzo de una nueva era de libertad y justicia.
Hoy nos encontramos a las puertas de otro cambio ético monumental. Un movimiento creciente de individuos en todo el mundo está reconociendo la sensibilidad de los animales y abogando por sus derechos. Como hemos aprendido de la historia, el cambio no sólo es posible, sino inevitable.
Les invito a proyectarnos en el futuro, donde los humanos podrán contemplar los capítulos de nuestra historia con una mezcla de incredulidad y vergüenza – de que hubo un tiempo en el que permitimos que se infligiera tal crueldad a otros seres sensibles por la mera conveniencia de satisfacer nuestras papilas gustativas o mantener tradiciones ancestrales.
Sin embargo, este futuro sólo puede hacerse realidad a través de nuestras acciones de hoy. Cada uno de nosotros tiene el poder de ayudar a dar forma a esta nueva era de compasión, empatía y justicia para todos los seres. La pregunta es, ¿somos lo suficientemente valientes para dar ese paso? Porque si algo nos ha enseñado la historia es que lo imposible puede convertirse en la nueva normalidad.
Le escribo para referirme a las declaraciones hechas por usted a los medios de comunicación chilenos en el marco del litigio en curso entre NotCo y la Asociación Gremial de Productores de Leche, Aproval.
Como observador de la evolución del sector alimentario, considero fundamental considerar este caso en el contexto más amplio de los cambios en las preferencias de los consumidores, junto a imperativos éticos y medioambientales. Vivimos en una era de cambio e innovación, donde empresas como NotCo buscan satisfacer las nuevas demandas de los consumidores y contribuir a la sostenibilidad medioambiental. Desarrollan alternativas de origen vegetal que satisfacen no sólo a las personas con problemas dietéticos, sino también a los consumidores, cada vez más sensibilizados en materia medioambiental. Sugerir que “deberían hacer algo más creativo” en su elección de nombres, como usted ha declarado, parece infravalorar sus esfuerzos innovadores.
En cuanto a su sugerencia de llamar a la leche vegetal “jugo cremoso de soja”, quisiera comunicarle, Sr. Ministro, que el término “leche”, en el contexto de la leche de origen vegetal, lleva décadas, incluso siglos, siendo aceptado en todo el mundo, y los consumidores entienden la diferencia entre la leche de origen animal y sus alternativas de origen vegetal. La “leche de almendras” se conoce en Europa desde la Edad Media, en tanto que el primer producto comercial conocido como “leche de avena” fue lanzado en Estados Unidos en la década de 1940.
Por ello, y aunque entiendo la motivación subyacente que le lleva a referirse a las leches vegetales como “jugo cremoso de soja”, es prudente aceptar que el término “leche” se ha utilizado universalmente para referirse a un líquido nutritivo cremoso ya sea de origen animal o vegetal.
Es más, si aplicáramos su lógica y optáramos por la denominación de “jugo cremoso de soja”, también deberíamos estar preparados para ser igualmente rigurosos, y referirnos a la leche de vaca como “secreciones mamarias de bovinos”. Creo que este término descriptivo, aunque técnicamente exacto, no sería del agrado de la industria láctea, del mismo modo que decir “jugo de plantas” no es justo para las leches vegetales. El debate debería centrarse menos en la semántica y más en la calidad, la nutrición, la sostenibilidad y la ética de estos productos.
Como señalaba, aunque puedo entender que la naturaleza de su cargo incluya la protección de las industrias establecidas, probablemente estará de acuerdo en que el gobierno no debería suprimir la innovación que es crucial para el crecimiento y la competitividad global de nuestra nación. La competencia debe inspirar la mejora de los productos y servicios, no coartar las alternativas.
Para quienes, como usted, defienden la industria láctea tradicional, debería haber espacio para un equilibrio entre los antiguos paradigmas y la innovación. Fomentar una perspectiva más integradora de la competencia podría conducir a soluciones creativas que beneficien a todas las partes interesadas, incluidas las empresas emergentes de tecnología alimentaria y, lo que es más importante, a los consumidores.
Reflexionando sobre sus comentarios, y para enfatizar mi punto de vista, es dable abordar una realidad terminológica similar: “harina de pescado”. Este término incorpora “harina”, concepto principalmente asociado a la molienda de trigo y otros cereales, pero también al procesamiento de pescado. Considero importante reconocer que el lenguaje evoluciona con los cambios sociales y tecnológicos, incluidos los cambios en los métodos de producción de alimentos. La sola idea de una demanda de productores de harina de trigo contra los productores de harina de pescado, disputándoles el nombre genérico, resulta descabellada. Por cierto: ¿qué pasa con la “leche humectante”? ¿Es la industria cosmética la siguiente en sus prioridades ministeriales? Y ni hablar de la Vía Láctea. Abordar estas cuestiones requiere una comprensión coherente y abierta de cómo el lenguaje refleja nuestro cambiante panorama alimentario.
El debate incluso va más allá de ofrecer más opciones a los consumidores; reconoce el importante daño medioambiental de la ganadería tradicional y la necesidad urgente de instaurar prácticas más sostenibles. El objetivo de su gobierno no debería ser salvaguardar intereses creados a costa de suprimir la innovación. Se trata de que nuestro país progrese colectivamente hacia un futuro más sostenible y, me atrevo a decir, compasivo.
El veganismo es una filosofía cuya ética emana del reconocimiento de los derechos de los animales, siendo el principal de ellos el derecho a no ser explotados. Al proponer una transición total de la producción de leche de origen animal a la de origen vegetal, tal perspectiva se combina con la sostenibilidad para el planeta y una mejor salud humana. El sufrimiento que soportan las vacas y otros animales destinados a la producción láctea en los sistemas de ganadería industrial es inmenso y profundamente desolador. En segundo lugar está la sostenibilidad, donde las investigaciones ponen constantemente de relieve el grave impacto medioambiental de la agricultura animal, que incluye a la industria láctea. Estas operaciones contribuyen sustancialmente a las emisiones de gases de efecto invernadero, la deforestación y la contaminación de acuíferos, entre otros problemas medioambientales. Además, al considerar la salud humana, es un hecho científico que las dietas basadas en plantas reducen el riesgo de enfermedades cardiacas, diabetes y ciertos tipos de cáncer. Las leches de origen vegetal ofrecen una alternativa nutritiva y bienvenida para las personas con intolerancia a la lactosa o alergias a la leche, y abastecen a un número creciente de consumidores que eligen dietas basadas en plantas por diversas razones. Así pues, abogar por el fin de la industria de la leche animal no es un rechazo a lo que usted denomina tradiciones milenarias, sino un llamamiento en favor de un futuro más respetuoso, saludable y sostenible.
Las preocupaciones sanitarias no acaban ahí: Es sabido que la leche de origen animal, sobre todo la de vaca, puede contener trazas de hormonas, antibióticos y células somáticas, comúnmente denominadas “pus”. Aunque toda la leche, incluida la leche materna humana, contiene de forma natural hormonas como el estrógeno y la progesterona, la intensidad con la que se ordeña a las vacas durante embarazos cíclicos hace que su leche tenga niveles hormonales más elevados, lo que podría afectar al equilibrio biológico del consumidor. La industria láctea combate estas infecciones con antibióticos, lo que también es motivo de preocupación por la posible presencia de residuos de antibióticos en la leche que consumimos y su posible contribución a la resistencia a los mismos. En cuanto a las células somáticas, éstas comprenden una mezcla de células inmunitarias, células de la piel y bacterias, y aumentan en respuesta a infecciones como la mastitis, lo que convierte su presencia en una incómoda realidad de la ganadería lechera. Al respecto, el Colegio Médico Veterinario de Chile escribe en su sitio web que “El recuento de células somáticas (RCS) es uno de los indicadores de la calidad de la leche. Cuando este índice se incrementa, lo hace en respuesta a bacterias patógenas como Staphylococcus aureus, causante de mastitis. Una vaca totalmente sana muestra recuentos de aproximadamente 50.000 células/ml de leche, variando este número entre 5.000 y 200.000, aunque el número de células puede cambiar según el estadio de lactación, y aumenta según la vaca se hace más vieja”. En otras palabras, un litro de leche proveniente de una vaca sana tiene 50 millones de células somáticas.
Estas cuestiones subrayan los beneficios de las leches vegetales, que están libres de pus, hormonas y antibióticos.
Confío en que estas perspectivas contribuyan a sus conocimientos como autoridad de gobierno y a una reevaluación de su postura en esta materia.
Ilustración: Fotograma, video ‘Exponiendo a la Industria Láctea’ (35 segundos de duración) de Animal Save Movement. Fotografía de NotMilk (c) NotCo.Fotografía de Esteban Valenzuela (c) Ministerio de Agricultura de Chile.
En un giro calificado de sorprendente por observadores, la Corte Suprema de Estados Unidos ha respaldado una norma de bienestar animal, votada por los ciudadanos, venciendo a los cabilderos corporativos que se oponían a ella.
La decisión llega en medio de una creciente tensión entre la industria cárnica y un amplio espectro de consumidores, defensores de los animales, granjeros, chefs, minoristas y otros que exigen un cambio en las prácticas de crueldad animal. Este triunfo destaca la relevancia del activismo de base y reafirma el papel de la democracia en la protección del bienestar animal.
Jim Hightower, columnista de OtherWords y destacado comentarista de radio y orador público, ha escrito un artículo de opinión, que hemos traducido y reproducimos en Sociedad Vegana con su autorización:
Resulta curioso que una industria opte por atacar a sus propios consumidores como estrategia de marketing
No obstante, eso es exactamente lo que está haciendo la industria cárnica dominante — presidida por gigantes como Tyson, Smithfield, JBS y Hormel, que controlan casi el 70 por ciento del mercado porcino en Estados Unidos.
‘Solo calla y cómete tu tocino’, gruñe la industria.
Este berrinche corporativo se dirige al creciente movimiento de consumidores, defensores de los derechos de los animales, granjeros, chefs, minoristas y otros que están indignados y repugnados ante la forma en que ‘Big Pork’ lucra a expensas de la crueldad hacia los animales.
‘¡Este asunto no les compete!’ exclaman enfurecidos los ejecutivos, cabilderos, abogados y políticos a sueldo que administran este sistema tortuoso.
Pero organizaciones valientes como Human Society han logrado adentrarse en las fábricas industriales de animales, filmando escenas horrendas de miles de cerdas preñadas encerradas durante 16 semanas en jaulas de gestación tan pequeñas que los animales no pueden siquiera darse la vuelta. En 2018, estas impactantes revelaciones llevaron al 60 por ciento de los votantes de California a aprobar una iniciativa que prohíbe el uso de estas crueles jaulas.
Añadiendo estupidez plutocrática a su codicia, los magnates porcinos luego demandaron al pueblo de California. Sí, estos acaparadores de la industria del cerdo se atrevieron a decir que la democracia no debe entrometerse en las ‘prácticas comerciales correctas’.
Poco importa que muy pocos de nosotros, los ciudadanos comunes no corporativos, consideremos que el sufrimiento animal sea una práctica correcta. Incluso la Corte Suprema, a menudo indulgente con las corporaciones, se sorprendió ante las pretensiones de la industria de tener el poder absoluto para dictar el menú al público.
Este es un claro ejemplo de cómo el activismo de base puede tener un impacto significativo. Para seguir participando e informándose, visite humanesociety.org.
Por Jim Hightower
Ilustración: Jim Hightower, en OtherWords. Fotografía de cerdas en jaulas de gestación vía Wikimedia Commons. Imagen compuesta vía Canva.
En una sentencia judicial dictada la semana pasada, la industria láctea chilena triunfó contra NotCo por su uso del término “Not Milk”. Curiosamente, esta maniobra legal involuntariamente ha puesto en el centro de atención no sólo la marca NotCo, sino también las propias prácticas del sector.
Vista la causa, el tribunal determinó que NotCo había aprovechado injustamente estrategias publicitarias, posicionando su producto como un “sustituto de la leche”, al tiempo que presentaba la leche de bovino como “perjudicial para la salud y dañina para el medio ambiente”. Como resultado, se prohibió a NotCo utilizar el término “Not Milk” y se le condenó a pagar las costas judiciales del caso.
Aunque coincidimos en la necesidad de garantizar una competencia leal y defender principios comerciales éticos, la sentencia plantea algunas cuestiones y puntos de controversia importantes.
La palabra “leche” y su carácter no exclusivo
En muchas culturas, la palabra “leche” no ha sido exclusiva de los productos lácteos. Los consumidores están familiarizados desde hace tiempo con términos como “leche de coco”, “leche de almendras”, “leche de soja” o “leche de avena”. La sentencia parece ignorar este contexto lingüístico y cultural moderno, y más aún contemporáneo, en el que “leche” no se asocia estrictamente a las secreciones mamarias de mamíferos.
Por su parte, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española tiene diversas definiciones de la palabra “leche”, incluyendo las siguientes:
1. f. Líquido blanco que segregan las mamas de las hembras de los mamíferos para alimento de sus crías.
2. f. leche de algunos animales que se emplea como alimento de las personas.
3. f. Jugo blanco obtenido de algunas plantas, frutos o semillas. Leche de coco, de almendras.
4. f. Cosmético de consistencia espesa, generalmente de color blanco. Leche hidratante.
Hay varios otros ejemplos, entre ellos, el uso de palabras como “mantequilla” e incluso “harina”, que establecen un precedente para un uso extendido de la terminología alimentaria. “Mantequilla” se utiliza para “mantequilla de maní” o “mantequilla de almendras”, mientras que “harina” se extiende más allá del trigo para incluir “harina de maíz”, “harina de arroz” y “harina de almendras”. Este precedente indica que los términos tradicionalmente asociados a los productos de origen animal se aceptan desde hace tiempo para las alternativas de origen vegetal, en muchas culturas y países. En sentido inverso, también existe el precedente de la “harina de pescado”.
Perspectivas contrastadas: El fallo restrictivo del tribunal chileno frente a la acogida de la leche de origen vegetal por parte de la FDA
Mientras que la sentencia del tribunal chileno contra NotCo supone un paso atrás en varios niveles, es alentador ver que otros países – incluso aquellos donde la industria láctea constituye un formidable grupo de presión política – están cambiando su enfoque para reflejar mejor la evolución de las preferencias de los consumidores y el creciente cúmulo de evidencia científica.
Tomemos como ejemplo Estados Unidos, donde la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) publicó en febrero pasado un borrador de directrices que permiten que las bebidas de avena, soja, almendra y otras de origen vegetal sigan utilizando el término “leche”. Según la FDA, los consumidores entienden la diferencia entre estas alternativas a la leche de origen vegetal y la leche de animales. El término “leche”, como señalan, está ahora “fuertemente arraigado en el vocabulario de los consumidores cuando describen y hablan de alternativas de origen vegetal”.
Este enfoque no sólo respeta la inteligencia del consumidor, sino que también reconoce la dinámica cambiante de la industria alimentaria. Las directrices de la FDA, que también recomiendan a los fabricantes que etiqueten voluntariamente la diferencia nutricional entre sus productos y la leche de origen animal, buscan sortear el “aumento significativo” de alternativas lácteas de origen vegetal en el mercado y garantizar que los consumidores dispongan de la “información que necesitan para tomar decisiones nutricionales y de compra con conocimiento de causa”.
Lo anterior evidencia una forma de avanzar que da cabida a la innovación, reconociendo la importancia de la elección y la transparencia para los consumidores. Pone de relieve que mientras algunos pueden aferrarse a viejos paradigmas, otros están dispuestos a adaptarse y dar cabida al futuro de la alimentación.
Consideraciones lingüísticas y el precedente legal que podría establecerse
Teniendo en cuenta que la sentencia se dictó en Chile, es crucial prestar atención a la dimensión lingüística del caso. El lenguaje utilizado para la denominación del producto, “Not Milk”, es el inglés, en lugar del español (“No Leche”), lo que crea ambigüedad en cuanto a qué convenciones lingüísticas son válidas para el fallo. Al reconocer este contexto lingüístico, podemos comprender mejor los entresijos de la sentencia y su posible impacto.
Además, la sentencia sienta un precedente amenazante. Dado que la línea de productos de NotCo incluye “Not Cheese”, esta decisión podría potencialmente abrir las puertas a nuevas acciones restrictivas en Chile contra los nombres de los alimentos de origen vegetal, en este caso el queso, amenazando con limitar la innovación y la capacidad de elección de los consumidores.
A la luz de estas consideraciones, parece prudente que NotCo recurra esta sentencia. Más que un caso corporativo, esta situación exige una reevaluación más profunda de los límites del lenguaje y la innovación dentro de la industria alimentaria. Pone de relieve una comprensión equilibrada de los términos tradicionales y sus connotaciones en evolución, respetando tanto el uso histórico como la necesidad de flexibilidad lingüística para dar cabida a la innovación.
La sentencia, aunque supuestamente busca defender la competencia leal y los principios comerciales éticos, puede frenar inadvertidamente el avance de la industria alimentaria. Así pues, resulta crucial que se entable un diálogo justo y abierto sobre estos temas, que respete la inteligencia del consumidor y los contextos culturales, históricos y lingüísticos de la terminología alimentaria.
Detrás del velo mercadotécnico de los lácteos: la pavorosa realidad de la producción lechera y la necesidad de un cambio radical
Esta sentencia hace oportuno reflexionar críticamente sobre la industria láctea, algo que a menudo se pasa por alto en el debate público. La producción láctea se ha identificado cada vez más como una práctica ecológicamente insostenible que, además, provoca un sufrimiento sistemático a gran escala, a generación tras generación de animales. Los productos lácteos proceden de una industria que sólo puede calificarse de aborrecible. Explota y maltrata sistemáticamente los aparatos reproductivos de las madres y sus crías, sometiéndolas a años de abusos continuos. Estos seres sensibles no son considerados individuos sino meras unidades de producción. La propia terminología de la industria describe de forma escalofriante a las vacas lecheras como “gastadas” tras unos seis años de ordeño incesante, momento en el que son enviadas al matadero. Del mismo modo, sus terneros, considerados como subproductos, suelen correr una suerte similar a una tierna edad.
La cruda realidad de este ciclo de vida y muerte en las granjas industriales, oculto tras un velo publicitario y comercial, es profundamente preocupante. La industria, en su implacable búsqueda de lucro, ha perdido de vista las consideraciones éticas y el respeto básico por la vida e, incluso, por la salud humana.
Desafiar sistemas tan profundamente arraigados no es tarea fácil, pero es necesario. En Sociedad Vegana buscamos estimular un diálogo más amplio sobre la sostenibilidad y la ética de la industria láctea; arrojar luz a espacios oscurecidos, motivar conversaciones y, con suerte, impulsar un cambio hacia sistemas alimentarios más compasivos y sostenibles. Así también intentamos dar voz a quienes no la tienen: los animales inocentes. Estamos convencidos de que si los consumidores toman consciencia de la realidad de la industria láctea, se aceleraría su desaparición y sustitución por alternativas humanas y sostenibles. A esto se suma un cambio cultural, impulsado principalmente por las generaciones más jóvenes, que sitúan el bienestar de los animales, la salud personal y la crisis climática al frente de sus elecciones como consumidores.
Silenciar la verdad: la sentencia judicial punitiva contra NotCo pone de manifiesto una paradoja a la hora de priorizar la transparencia
En un matiz que nos deja algo perplejos, NotCo, que dijo la verdad sobre las serias preocupaciones sanitarias y medioambientales relacionadas con los lácteos, se encuentra en el punto de la mira de una sentencia judicial punitiva. Es una situación curiosa, por decirlo de alguna manera, en la que una empresa es penalizada no por desinformar, sino por arrojar luz sobre problemáticas reales que a menudo se pasan por alto en la engañosa fachada publicitaria de la industria láctea. Cabe preguntarse si estamos entrando en una era en la que decir la verdad, en lugar de celebrarse, se considera ‘competencia desleal’.
Nota: este artículo fue modificado el 30 de mayo de 2023. La frase “Cabe preguntarse si estamos entrando en una era en la que decir la verdad, en lugar de celebrarse, se considera un delito punible”, ha sido sustituida por “Cabe preguntarse si estamos entrando en una era en la que decir la verdad, en lugar de celebrarse, se considera ‘competencia desleal’ “.
Con ello, el texto es consistente con el tema de fondo y con la lógica del Primer Juzgado Civil de Valdivia, Chile.
La decisión ha sido condenada por el grupo Humane Society International UK, que ha calificado el anuncio del gobierno como una ‘traición asombrosa tanto a los animales como a la confianza pública’.
La Conservative Animal Welfare Foundation (CAWR) ha manifestado su decepción ante la declaración del gobierno que confirma la discontinuación del ‘Kept Animals Bill’. Este proyecto de ley fue respaldado originalmente por Rishi Sunak en su manifiesto para asumir el cargo de Primer Ministro.”
Se trata de un giro inesperado en las políticas de bienestar animal del gobierno conservador de Rishi Sunak. La CAWR ha manifestado su decepción ante la declaración del gobierno que confirma la discontinuación del “Kept Animals Bill”. En su lugar, se ha nombrado a cinco miembros para formar el primer Comité de Sensibilidad Animal. Además, el gobierno británico ha iniciado consultas sobre estrategias de aplicación para delitos a la salud y el bienestar animal en el Reino Unido, con planes para introducir castigos más severos, como multas.
La CAWR ha argumentado que la discontinuación del “Kept Animals Bill” representa una oportunidad perdida para mejorar aún más el bienestar y la protección de los animales en todo el Reino Unido. El proyecto de ley incluía disposiciones importantes como el fin de las exportaciones de animales vivos, y medidas adicionales como la lucha contra el contrabando de cachorros.
“Este gobierno fue elegido por casi 14 millones de personas en una plataforma que prometía trabajar por los animales. Más recientemente, el propio Primer Ministro Rishi Sunak prometíó en 2022 durante su campaña para asumir la jefatura del gobierno que respetaría el proyecto y que le daría el debido curso”, enfatiza la CAWR.
El recién formado Comité de Sensibilidad Animal tiene como objetivo apoyar al parlamento en la evaluación de la eficacia con la que la toma de decisiones políticas en todo el gobierno considera el bienestar animal. Además, el gobierno está lanzando una consulta pública de ocho semanas sobre la introducción de notificaciones de penalización para reforzar la aplicación de delitos de salud y bienestar animal. Esto podría resultar en multas de hasta £5,000 (US$6,176) para aquellos que cometan delitos como la importación de productos animales ilegales.
Junto a estas medidas, los ministros también están respaldando proyectos de ley de miembros privados que actualmente están en el parlamento. Estos incluyen la prohibición de la importación de aletas de tiburón separadas, la prohibición de la importación de trofeos de caza y la prohibición de la publicidad y venta de actividades de bienestar animal con estándares “inaceptablemente bajos” en el extranjero.
La más alta instancia judicial estadounidense decidió que no ha lugar una apelación que intentó revertir una prohibición al foie gras en el Estado de California.
Este lunes el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió no dar curso a una apelación que cuestionaba la prohibición, con una data de 11 años, del foie gras en California.
La apelación, presentada por granjeros de patos y gansos, argumentaba que la prohibición no está amparada en la ley federal. Sin emitir comentarios, el tribunal optó por mantener una sentencia anterior del Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos que refrendó la prohibición. Cabe mencionar que es la tercera vez que los granjeros presentan un recurso similar ante el Tribunal Supremo.
Durante décadas, el foie gras -hígado graso de patos y gansos alimentados a la fuerza- ha estado en el centro de un intenso debate tanto en el ámbito político como legal. Con sólidos argumentos y documentación, los grupos de defensa de los derechos de los animales denuncian que el proceso de elaboración del foie gras es cruel. Por su parte, y mostrando cierto desdén, los agricultores dijeron que “se preocupan por sus animales tanto como cualquier político de California”, escribe USA Today.
La publicación agrega que en otras regiones del país, las prohibiciones del foie gras han enfrentado dificultades. Por ejemplo, Chicago prohibió su venta en 2006, pero derogó la medida dos años más tarde. En Nueva York, se aprobó una prohibición en 2019, pero desde entonces se encuentra enredada en procesos judiciales y todavía no ha entrado en vigor. Los activistas del bienestar animal señalan que es probable que otras jurisdicciones estén siguiendo de cerca lo que sucede con los casos en Nueva York y California.
A principios de este mes, el Tribunal Supremo se ocupó de un asunto similar al respaldar la prohibición de California de los productos de cerdo, a menos que el cerdo sacrificado haya nacido de una cerda confinada en un espacio de, al menos, 2,2 m2. En ese caso, la industria porcina alegó que la prohibición de California tendría un gran impacto más allá de sus fronteras, afectando a los granjeros en lugares como Iowa y Minnesota. Sin embargo, el 11 de mayo, una mayoría de 5-4 permitió admitió como ajustada a Derecho la prohibición californiana.
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El foie gras, que literalmente significa “hígado graso”, es un producto que genera una considerable controversia debido a los métodos con los que se produce. Su elaboración implica la alimentación forzada de patos y gansos para agrandar sus hígados más allá de su tamaño natural, un proceso conocido como “gavage”. La alimentación forzada, que implica introducir un tubo por la garganta de las aves para administrarles grandes cantidades de alimento, ha sido criticada por el sufrimiento y daño que les causa.
El método de alimentación es inherentemente cruel y causa una serie de problemas de salud en las aves, incluyendo dificultad para respirar, movilidad reducida y daño hepático. A ello se suma la falta de libertad de movimiento y las condiciones de vida en las granjas de producción de foie gras.
La decisión del Tribunal Supremo de no admitir la apelación de los productores de foie gras representa un hito significativo en la lucha por el bienestar animal. Esta resolución subraya la importancia de considerar la ética en nuestras prácticas alimentarias y refuerza la idea de que los animales, como seres capaces de sentir, deben ser tratados con el máximo respeto y cuidado.
Este veredicto se alinea con una creciente conciencia y sensibilidad en nuestra sociedad respecto a la crueldad animal. Resalta la necesidad de una mayor transparencia en las prácticas alimentarias y la importancia de hacer responsables a las industrias que no cumplen con los estándares de bienestar animal.
Es importante generar conciencia sobre las condiciones en que se produce el foie gras, y la decisión del tribunal es un reconocimiento indirecto al trabajo de las organizaciones animalistas, que incansablemente denuncian estas prácticas. Aunque aún queda mucho camino por recorrer en la lucha por los derechos de los animales, este es un paso significativo en la dirección correcta.
El filósofo y escritor Peter Singer argumenta que las protecciones que se están dando a los animales deberían extenderse a los ecosistemas, ríos y otros entornos naturales.
Peter Singer, filósofo reconocido y autor del libro ‘Liberación Animal’, que fue fundamental para impulsar el movimiento por los derechos de los animales hace casi medio siglo, conversó con Yale Environment 360. En esta conversación, Singer profundizó en cómo nuestra comprensión del dolor animal ha evolucionado y cómo hemos llegado a entender que otras especies no son tan diferentes a los humanos como se pensaba anteriormente.
Singer, conocido por su trabajo pionero que expuso las duras condiciones de vida de los animales en granjas industriales, sostiene que tenemos una obligación ética de evitar causar dolor a los animales. Ahora sabemos que los animales pueden experimentar tanto alegría como sufrimiento. Singer, quien es vegano, también destaca las razones ambientales para optar por una dieta basada en plantas, ya que su producción genera menos carbono que la carne.
En su conversación con el periodista Richard Schiffman, el filósofo argumenta que las protecciones que en grado creciente se otorgan a los animales deberían extenderse a los ecosistemas, ríos y otros entornos naturales. Según Singer, la demanda ética de proteger la naturaleza está creciendo, aunque lentamente. Confía en que el mundo llegará a ese punto de conciencia, aunque no puede predecir cuándo.
En la entrevista, Singer reflexiona sobre cómo los avances científicos han contribuido a desmoronar las fronteras entre los humanos y otras criaturas. Afirma que, sabiendo que los animales pueden experimentar alegría y sufrimiento, estamos éticamente obligados a evitar causarles dolor. A pesar de ello, la cría industrial de ganado está en aumento en todo el mundo, y los animales salvajes están cada vez más amenazados.
Singer también habla sobre su interés en la ética, que se desarrolló cuando comenzó a explorar las implicaciones éticas de lo que descubrió sobre la cría industrial y el trato a los animales. Eso es lo que realmente lo llevó a este campo y lo inspiró a escribir ‘Liberación Animal’.
Singer también reflexiona sobre la producción de carne en un momento en que las condiciones en las que se criaba el ganado no eran bien conocidas. Al ser consultado si las prácticas de cría industrial han cambiado mucho desde que escribió el libro, Singer señala que Europa y el Reino Unido han prohibido algunas de las peores formas de confinamiento para los pollos, donde no pueden ni siquiera extender sus alas, así como California y varios otros estados de EE.UU. El confinamiento de terneros en minúsculos cubículos donde ni siquiera pueden darse la vuelta, también está prohibido en algunos lugares. Confinar a las cerdas reproductoras en pequeñas jaulas también ha sido prohibido en Europa y en otros lugares. Pero en gran parte de los EE.UU., las condiciones no han cambiado mucho, y en algunos aspectos han empeorado.
Singer también habla sobre el abuso de los animales de laboratorio. Esa situación ha cambiado mucho desde que escribió el libro, aunque no tanto como inicialmente creía cuando se dispuso a revisar el libro. Desafortunadamente, todavía se inflige mucho dolor y sufrimiento a los animales, a cambio de obtener un beneficio mínimo o ningún beneficio en absoluto para los humanos.
Singer también habla sobre la importancia de los argumentos basados en el cambio climático, que la agricultura animal es más intensiva en energía y es una gran contribuyente al calentamiento global. Singer sostiene que las personas deberían ser conscientes de ello. Hay quienes dicen: “No como productos de granjas industriales, pero como carne de res alimentada con pasto”. Es cierto que al ser alimentadas con pasto estas reses tienen un mejor pasar que las reses criadas en megagranjas. Sin embargo, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen siendo muy altas, por lo que debido al cambio climático Singer no diría que está bien comer carne de res alimentada con pasto, simplemente argumentando que los animales tienen una buena vida. Necesitamos pensar en el efecto en el planeta también, señala el filósofo.
Singer también se refirió a la destrucción del hábitat de la vida silvestre, llevándolos a la extinción, y pregunta si eso no es una violación igual o mayor. Singer dice que los argumentos a favor de la biodiversidad y contra la extinción son otra categoría de argumento porque no se centran en los animales individuales sino en las especies. Necesitamos un argumento diferente para preservar la biodiversidad y prevenir la extinción. Por supuesto, existen tales argumentos. Y como dice, los ambientalistas están dedicados a tal cometido.
Nueva Pescanova, una empresa española, está en proceso de establecer la primera granja industrial de pulpos del mundo, una iniciativa que ha generado preocupación global.
Nueva Pescanova, una empresa española, planea establecer la primera granja industrial de pulpos del mundo en Las Palmas de Gran Canaria. Esta iniciativa ha generado preocupación debido a las implicaciones éticas, ambientales y de bienestar animal que conlleva. La creciente demanda de pulpo ha devastado las poblaciones silvestres, llevando a la industria a buscar formas de criar pulpos en cautividad, una práctica que carece de suficiente respaldo científico y legislación adecuada.
La empresa pretende comenzar a operar en 2023 y ha declarado una “producción” anual estimada de 3.000 toneladas de “carne” de pulpo, lo que se traduce en el sacrificio de al menos 300.000 pulpos en cautividad cada año. Los pulpos son carnívoros, por lo que Nueva Pescanova está desarrollando alimentos basados en harina y aceite de pescado, lo que ejercería una presión insostenible sobre los peces y las especies silvestres que dependen de ellos.
Además, los pulpos tienen un índice de conversión de alimentos de 3 a 1, lo que significa que se necesitan 3 kg de comida para obtener 1 kg de carne de pulpo. Esta no es una utilización justificable de los escasos recursos alimentarios del mundo. Actualmente, no existen leyes en la UE ni en ningún otro lugar que regulen el bienestar y la cría de los pulpos, dejándolos desprotegidos frente al sufrimiento y los métodos de sacrificio inhumanos.
Las condiciones intensivas de la granja aumentarían la exposición de los pulpos a enfermedades, pero también abrirían la posibilidad de transmisión a los humanos. Los pulpos pueden padecer hasta 20 patologías diferentes, entre ellas el Vibrio cholerae, causante de la enfermedad del cólera en los humanos.
Finalmente, la producción en masa de animales genera una gran cantidad de desperdicios y contaminación que termina pagando el medio ambiente. El desgaste ecológico también puede traer consecuencias en un descenso de la calidad del turismo de la zona, con el deterioro económico que eso conlleva. Por todo esto, es crucial que tomemos medidas para prevenir la creación de granjas de pulpos.
El sitio web de la campaña, [https://banoctopusfarming.org/es], organizada por AnimaNaturalis, ofrece una visión completa de los problemas asociados con la cría de pulpos en granjas industriales. Este sitio web también proporciona una plataforma para aquellos que deseen tomar medidas contra esta práctica. Los visitantes pueden firmar una petición para mostrar su apoyo a la causa y ayudar a prevenir la creación de la granja de pulpos en Las Palmas. La firma de esta petición es un paso significativo que cada uno de nosotros puede dar para proteger a los pulpos y preservar nuestro medio ambiente. Desde Sociedad Vegana, le animamos a visitar el sitio web, informarse más sobre este tema y, si está de acuerdo, firmar la petición.
Ilustración: captura de pantalla, sitio de Ban Octopus Farming.