Un grupo de empresarios financia la liberación de 43 macacos que escaparon de un cruel laboratorio.
Un grupo de empresarios ha decidido financiar el traslado de 43 macacos que escaparon de un laboratorio en Estados Unidos. Este acto de solidaridad no solo representa una segunda oportunidad para estos animales, sino también una llamada a reflexionar sobre el uso de seres sintientes en la ciencia.
Recientemente, estos macacos lograron escapar, desatando una ola de esperanza para quienes luchan por los derechos de animales explotados en laboratorios. Esta fuga simboliza la búsqueda de libertad de seres inocentes sometidos a prácticas que vulneran su integridad física y emocional. El apoyo financiero para llevarlos a un santuario es un paso vital hacia un entorno que respete sus necesidades y les ofrezca dignidad y paz.
El sufrimiento invisible de los animales en laboratorios
En nombre de la ciencia, los macacos y otros animales son sometidos a procedimientos dolorosos, a menudo sin resultados aplicables a humanos. Métodos alternativos, como modelos computacionales y cultivos de células, no solo son más seguros y éticos, sino también científicamente superiores.
La vida en laboratorio, marcada por aislamiento y privación, genera una profunda angustia psicológica en estos seres. Desde la perspectiva de los derechos animales, la experimentación en animales es innecesaria y cruel, un sufrimiento que nuestra sociedad no debería tolerar.
Un nuevo hogar para los macacos
El traslado de estos macacos a un santuario representa una esperanza y muestra de compasión humana. En un santuario, tendrán espacio para moverse y socializar, lejos del miedo y el dolor de la vida en laboratorio. Los santuarios no son zoológicos ni lugares de exhibición, sino refugios gestionados por personas dedicadas a ofrecerles una vida digna y segura.
Reflexión y cambio en la experimentación animal
Este caso nos recuerda la necesidad urgente de alternativas éticas a la experimentación animal. La biotecnología y los avances en inteligencia artificial ofrecen soluciones libres de crueldad, adoptadas ya por instituciones y empresas progresistas. Estos métodos no solo ahorran vidas, sino que también proporcionan datos más precisos para el tratamiento de enfermedades humanas.
Un llamado a la acción
La historia de estos macacos es una inspiración para seguir luchando por un mundo sin crueldad animal. Cada vida cuenta, y cada esfuerzo por reducir el sufrimiento es un paso hacia una sociedad más ética. Como defensores de los derechos animales, debemos alzar la voz por quienes no pueden hacerlo y presionar para cambiar leyes y prácticas científicas.
La huida de estos macacos y el esfuerzo por darles un nuevo hogar invitan a reflexionar sobre el futuro que deseamos construir. Apostar por la empatía y el respeto no solo es una victoria para los animales, sino también un avance en nuestra evolución humana. Hoy, más que nunca, debemos comprometernos a crear un mundo donde la ciencia y la compasión puedan coexistir y donde el sufrimiento animal sea cosa del pasado.
La sinceridad de Chris Packham sobre una acción de la que se arrepiente resuena profundamente en mí, ya que yo también he participado en prácticas cuestionables de turismo animal de las que ahora también me arrepiento, como galopar imprudentemente a caballo hasta posar con un caimán inmovilizado.
Chris Packham, naturalista británico de renombre, defensor del medio ambiente y presentador de televisión conocido por su trabajo en el programa Springwatch de la BBC 2, ha escrito recientemente un artículo que invita a la reflexión sobre la ética del turismo animal. Como persona que ha dedicado su vida a la conservación de la vida salvaje y a la educación, las palabras de Packham tienen un peso considerable en la conversación sobre cómo interactuamos con los animales cuando viajamos.
En su artículo, publicado por The Guardian el 23 de julio, Packham admite un error cometido en el pasado: montar en elefante en un safari con su hijastra. Explica que en aquel momento le pareció que era la única forma segura de ver tigres en su hábitat natural. Pero con la perspectiva que da el tiempo y un conocimiento más profundo del bienestar animal, ahora se da cuenta de que la experiencia buscaba la satisfacción humana a expensas del bienestar de los elefantes.
La honestidad de Packham sobre sus acciones pasadas resuena profundamente en mí, ya que yo también he participado en prácticas de turismo animal cuestionables de las que ahora me arrepiento. Dos experiencias en particular me causan especial remordimiento:
Fiasco de equitación en un balneario
Durante unas vacaciones juveniles en la playa, me apunté con entusiasmo a montar a caballo, una de las muchas actividades turísticas que se ofrecían. Cegado por la emoción e ignorante de la inmensa responsabilidad que conlleva manejar una criatura tan magnífica, tomé una serie de decisiones lamentables.
A pesar de mi inexperiencia, impulsé al caballo al galope, persiguiendo temerariamente una descarga de adrenalina. Mi inexperiencia me llevó a cometer errores de novato: tirar demasiado fuerte de las riendas, cambiar mi peso de forma errática y, en general, tratar a este ser sintiente como poco más que una máquina de emociones.
La despreocupación de los encargados del caballo era igualmente llamativa. Su única prioridad parecía ser si yo podía pagar, mostrando una flagrante indiferencia tanto por el bienestar del animal como por mi propia seguridad.
Como señalé, reflexionar sobre esta experiencia me llena de remordimiento. Reconozco el estrés innecesario y el peligro potencial que infligí a ese noble animal. Mi egoísta búsqueda de emociones eclipsó por completo cualquier consideración por la comodidad o el bienestar del caballo. Este recuerdo me sirve para ilustrar cómo la ignorancia y la desconsideración pueden llevarnos a explotar a los animales para nuestra efímera diversión.
Insensatez en una granja de caimanes
En un viaje a una granja de caimanes, participé en lo que ahora reconozco como una oportunidad fotográfica abusiva. Posé con un pequeño caimán cuyas mandíbulas estaban atadas con una cuerda y me coloqué a la indefensa criatura alrededor del cuello para parecer «intrépido» en un selfie turístico. Lo absurdo de la situación está ahora dolorosamente claro: no había nada de valiente en manipular un animal inmovilizado para tomar una fotografía.
Estas experiencias, como el paseo en elefante de Packham, parecían inofensivas o incluso emocionantes en su momento. Sin embargo, representan un aspecto inquietante del turismo animal que da prioridad al entretenimiento humano sobre el bienestar y la dignidad de los animales.
Como Packham afirma elocuentemente en su artículo: «Ninguna emoción de cinco minutos o posterior publicación en las redes sociales que obtengamos de un encuentro con un animal vale una vida de sufrimiento para ellos». Este sentimiento resume perfectamente la necesidad de reevaluar nuestro enfoque de las interacciones con los animales cuando viajamos.
¿Qué podemos hacer para ser turistas más éticos con los animales? Packham hace varias sugerencias valiosas:
1. Utilicemos nuestro poder adquisitivo con prudencia, negándonos a gastar dinero en experiencias que puedan causar sufrimiento a los animales.
2. Investiguemos antes de participar en actividades relacionadas con animales.
3. Informemos de incidentes de crueldad animal en atracciones turísticas a las autoridades u organizaciones animalistas.
4. Busquemos alternativas éticas, como observar a los animales en su hábitat natural o visitar santuarios legítimos.
Mis acciones hicieron germinar valores veganos
Tras adoptar un estilo de vida vegano hace 12 años y dedicarme desde entonces a promover los derechos de los animales, ahora recuerdo los episodios mencionados con profundo pesar. Las dos criaturas inocentes y sensibles que utilicé irreflexivamente para mi entretenimiento no se lo merecían. Aunque podría alegar ignorancia y estupidez juvenil como defensa, sé que eso es insuficiente. Como muchos de quienes adoptan el veganismo, viví un momento decisivo en el que me di cuenta del daño que infligimos a los animales, no sólo por el consumo de productos animales, sino también por tratarlos como meros accesorios para nuestra diversión. Estas experiencias, entre otras cosas, alimentan ahora mi pasión por defender el bienestar y los derechos de los animales.
Debemos examinar críticamente nuestras interacciones con los animales y tomar decisiones conscientes que respeten su valor y dignidad inherentes. Nuestros fugaces momentos de entretenimiento nunca deben ser a costa del bienestar o la libertad de un animal.
El Ecoparque de Buenos Aires ha pasado de ser un zoológico motivado por el lucro a un santuario centrado en la conservación que prioriza el bienestar animal y la sostenibilidad medioambiental.
En una notable transformación, el Zoo de Buenos Aires ha pasado de ser un centro de entretenimiento con fines de lucro a convertirse en un ecoparque centrado en la conservación, uniéndose así a una tendencia creciente en el país sudamericano, que da prioridad a la conservación y rehabilitación de la fauna salvaje por encima del entretenimiento público. Este giro supone un cambio significativo en el funcionamiento del parque y se enmarca en un movimiento más amplio hacia planteamientos más éticos y sostenibles en la gestión de la fauna silvestre.
El Ecoparque de Buenos Aires sirve ahora de santuario para la fauna salvaje con necesidad de cuidados y rehabilitación en toda Argentina, escribe el 19 de junio el periódico británico The Guardian. El parque alberga también el mayor biobanco del continente, que conserva el material genético de 120 especies en suspensión criogénica. Este compromiso con la conservación y la investigación se ha ganado el apoyo tanto del público como de la comunidad científica, que reconoce a Ecopark como un socio vital en la protección de la biodiversidad del país.
La transición de zoológico a ecoparque comenzó en 2016, tras la creciente desaprobación pública de los anticuados recintos del zoológico y su enfoque en la exhibición de animales para el entretenimiento. En los últimos siete años, el ecoparque ha retirado más de 1.000 animales, con destino a santuarios de todo el mundo, lo que refleja su compromiso de dar prioridad al bienestar animal. En la actualidad, sólo quedan en el parque unos pocos “animales heredados”, debido sobre todo a su avanzada edad y a las dificultades asociadas a su traslado.
Dolores Medina, coordinadora de conservación y vida salvaje del parque, subraya el cambio de prioridades: “Como zoológico, la conservación quedaba relegada a un segundo plano frente a su principal objetivo, ganar dinero. Ahora, no tenemos animales aquí con el propósito de ser mostrados al público… Trabajamos por la conservación de las especies pero también para concienciar a la gente de cómo están afectando a los animales”.
La transformación va más allá de los propios animales: varios edificios históricos del parque se han restaurado y reconvertido en oficinas, cafeterías, centros educativos y un hospital de animales de última generación. La antigua casa de los babuinos, por ejemplo, sirve ahora de centro de tratamiento para animales salvajes accidentados de toda Argentina.
El ecoparque de Buenos Aires no es el único en este movimiento, ya que zoológicos de Mendoza, Córdoba y Medellín también se están transformando en ecoparques o parques de conservación. Esta tendencia regional se debe en parte a la disminución del número de visitantes en comparación con los zoológicos de Europa y Norteamérica y a las crecientes críticas del público.
El Ecoparque de Buenos Aires sigue abierto a los visitantes, aunque con un límite diario restringido de 2.000 personas. Ahora se centra en la conservación y el rescate, con numerosos programas destinados a recuperar especies amenazadas como los guacamayos rojo y verde, los cóndores andinos, los tapires y las tortugas gigantes. El parque también colabora con organizaciones como Rewilding Argentina y la Fundación Bioandina para reintroducir animales en sus hábitats naturales y promover la conservación de ecosistemas críticos.
Lo que pensamos en Sociedad Vegana
Aunque los zoológicos han desempeñado históricamente un papel en la educación pública y la conservación, la práctica de confinar a grandes animales que naturalmente viven en libertad, a espacios reducidos, solo para el entretenimiento humano, plantea importantes problemas éticos. Animales como los elefantes, las jirafas y los grandes carnívoros están biológica e instintivamente condicionados para recorrer grandes territorios, participar en complejas interacciones sociales y mostrar comportamientos naturales que no pueden reproducirse en cautiverio. El confinamiento de los zoológicos tradicionales a menudo provoca trastornos físicos y psicológicos en estos animales, que se manifiestan en comportamientos como deambular desorientados, la automutilación y la depresión.
En cambio, iniciativas como la transformación del Zoo de Buenos Aires en un ecoparque representan un enfoque progresista y humanitario de la conservación de la fauna silvestre. Estos ecoparques dan prioridad al bienestar de los animales, centrándose en la rehabilitación, conservación y reintroducción de especies en sus hábitats naturales. Al pasar del entretenimiento a la conservación y la educación, estas instalaciones no sólo mejoran la vida de los animales, sino que contribuyen a una mayor sostenibilidad medioambiental.
A medida que aumenta la concienciación pública sobre el bienestar de los animales, se hace cada vez más evidente que el modelo tradicional de zoo es anticuado y problemático desde el punto de vista ético. La adopción del concepto de ecoparque, como demuestra el ecoparque de Buenos Aires, es un paso adelante encomiable. Es coherente con un planteamiento más compasivo y basado en la ciencia para interactuar con la fauna silvestre y protegerla, garantizando que las generaciones futuras puedan apreciar la riqueza de la biodiversidad sin comprometer la salud y la dignidad de los animales que pretendemos proteger.
Ilustración: fotogramas, presentación de la iniciativa “UTOPÍA, historia de una transformación” en YouTube.
Una amplia investigación de Animal Rising ha sacado a la luz alarmantes escenas de crueldad y abandono animal en más de 40 granjas del Reino Unido que forman parte del programa RSPCA Assured Scheme, uno de los programas de bienestar animal más importantes del país.
La Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (RSPCA) se enfrenta a un gran escándalo tras la publicación de una exhaustiva investigación sobre el estado de sus granjas RSPCA Assured. El reportaje, realizado por la organización Animal Rising, incluye material filmado en más de 40 granjas del Reino Unido que forman parte del programa RSPCA Assured, uno de los mayores programas de bienestar animal del país.
Las perturbadoras imágenes revelan escenas de crueldad y abandono animal, como pollitos moribundos en granjas industriales y cadáveres de cerdos abandonados durante varios días en cobertizos inmundos. Los resultados de la investigación han puesto en tela de juicio el programa RSPCA Assured, diseñado para garantizar un alto nivel de bienestar animal.
Chris Packham, presidente de la RSPCA, ha calificado las imágenes de “indefendibles” y ha instado a la organización benéfica a suspender el programa. Peter Egan, ex vicepresidente de la RSPCA, también ha condenado las imágenes, afirmando que los resultados son profundamente desconcertantes y ponen en tela de juicio todo el sistema.
Esta revelación sigue a otras investigaciones sobre las granjas RSPCA Assured llevadas a cabo por grupos como Animal Justice Project y VIVA! El sistema RSPCA Assured ha sido descrito anteriormente por un juez del Tribunal de la Corona como “efectivamente fraudulento”.
Rose Patterson, codirectora de Animal Rising, ha pedido a la RSPCA que abandone por completo el plan Assured: “Esta es la prueba definitiva de que la cría de animales nunca se puede hacer amablemente”. Insiste en que la organización benéfica más antigua y respetada del mundo en defensa de los animales ha perdido el rumbo y debe decidirse a dar la cara, proteger a los animales y abandonar el sistema Assured Scheme cuando se acerca su 200 aniversario.
Animal Rising, un movimiento social que aboga por una nueva relación con todos los seres y un futuro ecológico seguro, promete una campaña de acción sostenida hasta que la RSPCA abandone su certificación fraudulenta. El grupo reclama principalmente la transición a un sistema alimentario seguro y sostenible basado en las plantas, junto con un programa masivo de reforestación.
Las muertes masivas de salmones en Mowi ponen de manifiesto el grave coste de ignorar el bienestar animal, ya que las heridas y la mortalidad de los peces se reducen a una cuestión de ganancias.
En las atribuladas instalaciones de Mowi en Oksen, Noruega, un alarmante 75% de la población de salmones fue “degradada” este invierno debido a graves heridas y lesiones, como las que se ve en las siguientes fotografías, publicadas el 9 de mayo en un artículo de la Corporación de Radiodifusión de Noruega, NRK, con información del periódico financiero de ese país, Dagens Næringsliv.
Esta cruda realidad salió a la luz tras una inspección no programada de la Autoridad de Seguridad Alimentaria, Mattilsynet, en la costa de Trøndelag, revelando salmones con graves y múltiples heridas. Las declaraciones de la gerencia de Mowi, sumado a su historial documentado de sufrimiento animal, dejan en evidencia que la principal preocupación de este gigante de la salmonicultura no es el evidente sufrimiento de los salmones, sino el impacto en sus flujos de dinero y valoración bursátil.
La grave situación en Oksen no es nueva; los registros tanto de los informes de sacrificio como de las cifras de biomasa presentadas por Mowi durante el invierno boreal confirman un problema de larga data. Particularmente en la instalación de Oksen, cerca de Sotra, los informes dejaron en evidencia tasas de mortalidad excesivamente altas y cuantiosas lesiones en los peces, exacerbados por lo que Mowi describió como “condiciones desafiantes” debido a la presencia inusual de parásitos a lo largo de la costa.
La narrativa presentada por Mowi, centrada principalmente en lo que denomina “retos operativos y esfuerzos de mitigación”, contrasta fuertemente con los sombríos datos revelados. Solo en enero, un asombroso 61,51% de los peces de un centro de producción murieron. La tasa de mortalidad acumulada a finales de febrero se situó en el 28,6%, con importantes discrepancias entre los informes de la empresa y las cifras oficiales. Durante la tercera semana de febrero, el 80% de los salmones estaban tan dañados que no podrían ser comercializados.
Un escrito enviado a Mowi por la Autoridad de Seguridad Alimentaria de Noruega critica la respuesta tardía de la empresa ante la creciente crisis, señalando que las principales intervenciones para sacrificar a los peces con “bienestar comprometido” (un eufemismo que quiere decir “cuantiosas heridas causándoles grandes sufrimientos”), deberían haber comenzado mucho antes. Tal ineptitud pone de relieve una desconcertante falta de consideración por el sufrimiento animal, eclipsada por deliberaciones procedimentales y financieras.
Además, la clasificación de los peces por parte de Mowi en diferentes categorías de calidad ilustra aún más un panorama inquietante: una parte sustancial del salmón, clasificada como no apta para la venta directa al consumidor debido a heridas y lesiones, requiere ajustes de procesamiento antes de que pueda siquiera considerarse para el mercado o la exportación.
Informes veterinarios y opiniones de expertos, como los de Trygve Poppe, ex catedrático de la Facultad Noruega de Ciencias Veterinarias, sugieren que estos problemas no son incidentes aislados, sino parte de un patrón problemático de descuido del bienestar animal en las instalaciones. Poppe critica la falta de adaptabilidad de la industria a los desafíos del mundo real, que invariablemente repercuten en el bienestar animal.
Ola Helge Hjetland, Director de Comunicaciones de Mowi, declaró: “Desafortunadamente, no es sorprendente que esto venga de Poppe, pero es muy decepcionante”. Esta respuesta evidencia una táctica de Mowi por desacreditar a Poppe, al intentar descalificarlo en lugar de abordar lo que el experto plantea sobre el problema de fondo. Hjetland continuó con un argumento que ya es habitual: “Mowi se toma muy en serio el bienestar y la salud de sus peces. Por razones éticas, de sostenibilidad y financieras, va en nuestro propio interés que los peces crezcan y tengan la mejor vida posible. Por lo tanto, invertimos cuantiosos recursos en investigación y desarrollo para aumentar la supervivencia y mejorar el bienestar de los peces”. Esta consabida afirmación se alinea con la igualmente usual práctica de la industria de etiquetar el sufrimiento animal como meros “desafíos operativos”. En tal sentido, las proclamadas “preocupaciones éticas” de Mowi rayan en lo absurdo dadas las realidades reportadas.
A medida que los reguladores, como la Autoridad de Seguridad Alimentaria, exigen nuevos planes operativos a Mowi para evitar episodios recurrentes de alta mortalidad y bienestar comprometido, se hace evidente la necesidad de una revisión radical de las prácticas y prioridades en Mowi. La situación requiere una respuesta inmediata y transparente que priorice el bienestar animal sobre las ganancias financieras.
La semana pasada, escribimos sobre las sombrías realidades de la industria salmonera noruega, reveladas en un reportaje de la Corporación Noruega de Radiodifusión, NRK. La industria, que se caracteriza por el inmenso sufrimiento animal y el daño ecológico que ocasiona, obliga al salmón a soportar vidas miserables en jaulas superpobladas e infestadas de enfermedades, mientras que parásitos como piojos del salmón prosperan en estas condiciones. Técnicas como la desparasitación térmica, donde los salmones se someten a temperaturas que para una especie de agua fría equivalen a ser hervidos vivos durante interminables segundos, resaltan la crueldad extrema involucrada, que a menudo resulta en la muerte o lesiones graves. A pesar de algunas tímidas iniciativas de Mattilsynet para eliminar gradualmente tales prácticas debido a preocupaciones sobre el bienestar animal, las presiones de la industria la llevaron a revertir su propuesta, lo que subraya un problema sistémico de maltrato animal y negligencia ecológica motivado por el lucro, con la complacencia de la entidad reguladora. En cuanto a la autoridad política, factores como el crecimiento económico, la creación de empleos y la consiguiente recaudación tributaria, sumadas al intenso lobby de esta poderosa industria, determinan su pasividad, o mejor dicho, su complicidad.
En los prístinos fiordos de Noruega, una oscura realidad acecha bajo la superficie. La industria salmonera del país, la mayor del mundo, se asienta sobre una base de inmenso sufrimiento animal y destrucción ecológica.
Lisa representa a los millones de salmones confinados y obligados a nadar en círculos en las estrechas jaulas de las piscifactorías noruegas. Desde el momento en que es arrojada al mar, Lisa sufre una vida de miseria. Las condiciones de hacinamiento son un caldo de cultivo para enfermedades y parásitos, incluido el infame piojo del salmón.
Laura, el piojo del salmón (Lepeophtheirus salmonis), simboliza en el reportaje de NRK las desenfrenadas parasitosis que asolan las piscifactorías noruegas. Laura prospera en un entorno antinatural y densamente poblado que debilita la resistencia de sus hospedadores. Su presencia es consecuencia directa de los desequilibrios ecológicos fomentados por las prácticas de la industria acuícola.
Para combatir los piojos, los piscicultores someten a los salmones a un cruel procedimiento denominado “despiojamiento térmico”. Los peces son arrojados a agua calentada hasta los 28-34°C. Para una especie de agua fría, como el salmón, es un tormento inimaginable, parecido a ser hervido vivo. En su reportaje, NRK presenta una filmación de las desesperadas contorsiones de un salmón sometido al tratamiento. Muchos salmones mueren o sufren graves heridas durante el despiojamiento térmico. Los supervivientes quedan debilitados y vulnerables a las enfermedades.
La crueldad del despiojamiento térmico es innegable, al punto que en 2019, la Autoridad Noruega de Seguridad Alimentaria (Mattilsynet) anunció planes para eliminar gradualmente la práctica debido a preocupaciones sobre el bienestar animal. Sin embargo, en un sorprendente vuelco, la agencia cedió a la presión de la industria y abandonó la prohibición en 2021. Ahora incluso avala el escaldado del salmón como “viable”, priorizando el lucro sobre la prevención de la crueldad animal.
El sufrimiento infligido por el despiojamiento térmico se ve agravado por la ineptitud de los trabajadores. Los salmones estresados son bombeados bruscamente a los barcos de tratamiento, sufriendo a menudo más lesiones por colisiones o atascándose en las tuberías. En uno de los casos documentados por NRK, los trabajadores “olvidaron” llenar de agua las tuberías, con lo que los salmones fueron extraídos en seco. El mantenimiento deficiente de los equipos también provoca tratamientos chapuceros que prolongan la agonía de los peces.
Las escaldaduras no son el único tormento que sufren los salmones. Las enfermedades proliferan y provocan desde la ruptura del corazón hasta la putrefacción de la carne. Los piojos de mar mordisquean la piel de los peces, causándoles heridas en carne viva. En las jaulas superpobladas e inmundas, las infecciones se extienden como un reguero de pólvora. Los salmones que no son “sacrificados” rápidamente permanecen en la miseria, languideciendo a causa de llagas abiertas, deformidades y fallos orgánicos.
Sólo en la piscifactoría de Lisa perecieron más de 60.000 salmones en cuestión de meses, víctimas de virus, bacterias, hongos y parásitos. NRK entrevistó a una veterinaria que estudió anteriormente la industria y que ahora, presa del remordimiento, comenta: “Siento que he contribuido a que muchos salmones ahora sufran malos tratos. Ha sido muy duro pensar en ello. Aún me culpo por no haber sido lo suficientemente previsora”.
Sin embargo, movidos por la codicia, los piscicultores siguen atiborrando a más peces y manteniéndolos vivos a toda costa. Cada kilo extra significa un mayor lucro, sin tener en cuenta el precio de la agonía. Los salmones demasiado enfermos para terminar vivos el proceso de engorda son “sacrificados de urgencia”, un destino que a menudo se prolonga durante días debido a los procedimientos involucrados.
Esta es la desgarradora realidad que se esconde detrás de cada filete de salmón noruego de piscifactoría: una industria basada en el maltrato sistemático de animales a gran escala, todo ello para satisfacer una demanda sostenida, e incluso creciente desde mercados asiáticos y árabes. Como escribió el ecologista Patrick Curry: “La destrucción ecológica y el maltrato de los animales están integrados en las estructuras de la economía global moderna. Combatirlos exige enfrentarse cara a cara con todo su horror y reconocerlos por lo que son”.
Nosotros, como consumidores, tenemos el poder de oponernos a esta crueldad desmedida. No nos dejemos engañar por el lavado verde de la industria: no existe la cría de salmón “sostenible” o “humanitaria”. La opción más eficaz es no consumir salmón.
Con las abundantes opciones vegetales disponibles, podemos disfrutar de comidas deliciosas y nutritivas sin financiar el maltrato animal. Los salmones son criaturas sensibles que merecen vivir libres de tormento y sufrimiento. Conociendo la verdad que se esconde detrás de esta industria, vale la pena preguntarnos: ¿merece la pena el coste en agonía que supone saborear fugazmente su carne?
El camino está claro: es hora de boicotear la cría del salmón y todos sus productos. Al hacerlo, retiramos nuestro apoyo financiero y dejamos claro que no toleraremos una crueldad animal y un desprecio por los ecosistemas marinos tan flagrantes. La vida de los peces depende de ello, y nuestra propia humanidad así lo exige.
Quisiera comenzar este artículo con una reflexión sobre la transparencia y la industria cárnica.
En Sociedad Vegana nos esforzamos por desvelar las realidades de las industrias que explotan sistemáticamente a seres sensibles (cárnica, láctea, avícola, acuícola, etc.) y su impacto en el bienestar de los animales, en la salud de las personas y en la sostenibilidad del planeta. Hoy, el algoritmo de YouTube me recomendó un convincente video en el que aparecía una ponente presentada como “Kate Cooper”, experta en marketing. En el video, la ponente revela las tácticas manipuladoras empleadas por la industria alimentaria para influir en las percepciones y elecciones de los consumidores, especialmente en relación con los productos de origen animal.
Inmediatamente me cautivó el contenido y las ideas que ofrecía, especialmente por tratarse de una “insider” del sector. Por lo tanto, me propuse escribir un artículo basado en la información presentada por “Kate Cooper”. Sin embargo, al indagar un poco, descubrí que la ponente no era una experta en marketing como se decía, sino una actriz llamada Kate Miles. Esta revelación me hizo reflexionar y me obligó a reconsiderar el tema.
En Sociedad Vegana estamos abocados a informar, lo que conlleva un compromiso irrestricto con la verdad y con la verificación de las fuentes de la información que publicamos. En ese contexto, es imperativo ser transparente sobre las fuentes de información y evitar tergiversar las credenciales o la experiencia de las personas. Aunque el contenido de la charla de “Kate Cooper” indudablemente contiene verdades valiosas sobre las prácticas de la industria cárnica, creo que sería engañoso presentar la información como si procediera de una auténtica conocedora de la industria.
Al igual que ocurrió con la industria tabaquera en el pasado, las industrias dedicadas a la explotación animal tienen un largo historial de engaño y desinformación, apoyado en estrategias de marketing y lavado de imagen. Las empresas tabaqueras mintieron durante décadas sobre los efectos perjudiciales del tabaco hasta que las pruebas fueron abrumadoras. La industria cárnica sigue ocultando la verdad sobre las crueles realidades del sector y su impacto en la salud pública y el medio ambiente.
Estimo que como sociedad, y como consumidores, debemos permanecer vigilantes y exigir transparencia a las industrias que conforman nuestro sistema alimentario. Necesitamos denunciantes valientes y personas conocedoras de la industria que den la cara y expongan la verdad, arrojando luz sobre las tácticas manipuladoras y los costes ocultos de la explotación animal.
Luego de esta aclaración sobre el video en cuestión, quisiera abordar algunas formas, entre muchas, en que la industria de la explotación animal manipula la percepción pública.
Privados de su naturaleza: La cruel realidad tras la cría moderna de cerdos
En el mundo del marketing alimentario, la industria cárnica se ha convertido en una experta en manipulación y propaganda, empleando un lenguaje e imágenes cuidadosamente elaborados para dar un barniz positivo a sus prácticas. Uno de los ejemplos más sorprendentes de este engaño es la forma en que la industria retrata el paso de la cría tradicional de cerdos a los sistemas modernos e intensivos, enmarcándolo como una muestra de progreso e innovación.
Cuando pensamos en la cría de cerdos, a menudo nos vienen a la mente imágenes de campos embarrados y entornos naturales. Sin embargo, la industria cárnica ha trabajado incansablemente para cambiar esta percepción, promoviendo la idea de que trasladar a los cerdos a instalaciones de hormigón es un avance positivo. Pero tras esta fachada de supuesta limpieza y progreso se esconde una verdad inquietante sobre la privación de los instintos y comportamientos naturales de estos animales.
La maquinaria de marketing de la industria cárnica busca presentar las prácticas modernas de cría de cerdos como limpias, eficientes y vanguardistas. Al hacer hincapié en las supuestas ventajas de confinar a los cerdos en recintos de concreto, pretende calmar las preocupaciones de los consumidores sobre el bienestar animal. Sin embargo, un examen más detenido de estos sistemas revela el profundo impacto perjudicial que tienen sobre el bienestar físico y mental de estos animales inteligentes y complejos.
La industria cárnica redefine el bienestar animal
En el ámbito del marketing alimentario, la industria se ha vuelto experta en manipular las percepciones de los consumidores para mantener una imagen positiva de sus prácticas. Un ejemplo de ello es la forma en que retrata el cambio de los métodos de cría tradicionales a los modernos sistemas de cría intensiva. Mediante un lenguaje y unas imágenes cuidadosamente elaborados, pretende convencer a los consumidores de que trasladar los cerdos de los campos embarrados a instalaciones de hormigón es una señal de progreso e innovación.
La industria hace hincapié en la noción de limpieza, sugiriendo que al sacar a los cerdos de su entorno natural y colocarlos en recintos de hormigón “limpios”, están protegiendo a los animales del “asqueroso y sucio barro” y de las “enfermedades que acechan en él”. Esta narrativa es especialmente evidente en los materiales educativos dirigidos a los niños, como los libros para colorear, que presentan a los cerdos en entornos supuestamente estériles y controlados como un avance positivo en la cría de animales.
Sin embargo, esta representación del progreso es una fachada engañosa que oculta las verdaderas implicaciones de estas prácticas de crianza modernas. En realidad, al confinar a los cerdos en instalaciones de hormigón, la industria está privando a estos animales inteligentes y sensibles de sus instintos y comportamientos naturales. Los cerdos son criaturas con instintos que incluyen escarbar, cavar agujeros y hacer nidos.
En su hábitat natural, los cerdos realizan una amplia gama de actividades esenciales para su bienestar físico y mental. Escarbar, por ejemplo, es un comportamiento profundamente arraigado que les permite explorar su entorno, buscar comida y expresar su curiosidad natural. Del mismo modo, la capacidad de cavar agujeros y hacer nidos es un aspecto crucial del comportamiento porcino, sobre todo para las cerdas que se preparan para parir. Estas actividades instintivas no sólo proporcionan a estos animales una sensación de bienestar y seguridad, sino que también desempeñan un papel vital en sus interacciones sociales y estructuras jerárquicas.
Al confinar a los cerdos en recintos de hormigón, la industria elimina estos elementos esenciales de su existencia natural. El entorno artificial de los sistemas de cría modernos niega a los cerdos la oportunidad de experimentar los comportamientos que definen a su especie. Esta privación les provoca estrés, frustración y angustia psicológica, ya que los animales no pueden expresar sus instintos naturales ni satisfacer sus necesidades inherentes.
La afirmación de la industria de que sacar a los cerdos de los campos fangosos reduce su exposición a enfermedades es una simplificación engañosa. Si bien es cierto que ciertas enfermedades pueden ser más frecuentes en entornos al aire libre, el confinamiento de alta densidad de cerdos en granjas industriales crea su propio conjunto de riesgos para la salud. La proximidad de los animales en estos sistemas facilita la rápida propagación de las infecciones, haciendo necesario el uso generalizado de antibióticos para controlar los brotes de enfermedades. Esta dependencia de los antibióticos tiene importantes consecuencias para la salud pública, ya que contribuye al aumento de bacterias resistentes a los antibióticos.
Además, las condiciones de hacinamiento en las granjas industriales no solo afectan el bienestar de los animales, sino que también pueden convertirse en un caldo de cultivo para enfermedades potencialmente pandémicas. Un ejemplo notable es el brote de influenza H1N1 en 2009, también conocido como “gripe porcina”. Se cree que este virus surgió de las granjas industriales de cerdos en México, donde las condiciones insalubres y el hacinamiento permitieron que el virus se propagara rápidamente entre los animales antes de saltar a los humanos.
Es irónico que durante la pandemia de Covid-19 se nos obligara a los humanos mantener el distanciamiento social para prevenir la propagación del virus, mientras que en los criaderos de cerdos, bovinos y aves, los animales están confinados en espacios extremadamente reducidos. Estas condiciones de hacinamiento no solo causan un tremendo sufrimiento a los animales, sino que también crean un entorno propicio para la aparición y propagación de enfermedades, incluyendo las zoonóticas.
La ganadería industrial, con sus prácticas de confinamiento intensivo, uso excesivo de antibióticos y falta de medidas de bioseguridad adecuadas, supone una grave amenaza para la salud pública. Los patógenos que surgen en estas condiciones tienen el potencial de propagarse rápidamente entre los animales y, en algunos casos, de cruzar la barrera de las especies e infectar a los seres humanos.
Entonces, los intentos de la industria cárnica de presentar la retirada de los cerdos de su entorno natural como un desarrollo positivo son una estrategia de marketing calculada para calmar las preocupaciones de los consumidores y mantener la ilusión de progreso. Al centrarse en los supuestos aspectos de limpieza y prevención de enfermedades de las prácticas ganaderas modernas, desvían la atención del profundo impacto perjudicial que estos sistemas tienen en el bienestar animal.
Desenmascarando las mentiras sobre el cruel confinamiento de las cerdas en jaulas de gestación
El argumento presentado por la industria porcina para justificar el confinamiento de las cerdas en jaulas estrechas es un claro intento de ocultar una realidad cruel y poco ética bajo una fachada de preocupación por el bienestar animal. Afirmar que las decisiones sobre los métodos de estabulación se basan principalmente en “datos científicos sólidos” y en las “aportaciones de los expertos veterinarios” es una falacia, ya que numerosos estudios han demostrado los efectos negativos del confinamiento intensivo en la salud física y mental de los cerdos, especialmente en las cerdas confinadas por meses en jaulas de gestación.
En realidad, mantener a las cerdas en jaulas donde ni siquiera pueden moverse no tiene nada que ver con optimizar su salud, seguridad o comodidad. Estas prácticas están diseñadas para maximizar la eficiencia y los beneficios económicos a expensas del bienestar animal. Las cerdas son seres inteligentes y sensibles que requieren espacio adecuado para moverse, explorar y participar en comportamientos naturales. Confinarlas en espacios extremadamente reducidos les causa un tremendo estrés, frustración y sufrimiento, lo que puede llevar a problemas de salud física y trastornos del comportamiento, llegando incluso a enloquecer.
Además, afirmar que “lo más importante es el cuidado individual que se da a cada cerdo” es una burla cuando las cerdas están hacinadas en jaulas donde ni siquiera tienen espacio para darse la vuelta. En estas condiciones, las necesidades básicas de las cerdas, como el movimiento, la interacción social y la expresión de comportamientos naturales, se ven anuladas.
No es realista esperar que la industria cárnica admita sus prácticas y motivación verdadera, que es el lucro. Continuaremos, por lo tanto, escuchando sus falsedades sobre el bienestar animal.
En última instancia, el verdadero poder lo tiene el consumidor. Las personas tenemos la capacidad de discernir. Si vemos la foto de la cerda inmóvil en la jaula de gestación y la industria porcina nos dice “lo hacemos porque nos preocupa su felicidad”, entonces es fácil sacar nuestras propias conclusiones.
En el silencio conmovedor que precede al alba, los defensores de los animales se reúnen, unidos por un propósito común: las vigilias por los animales.
Estos encuentros, llenos de emoción y solidaridad, son mucho más que simples actos de protesta; son la expresión más sincera de la empatía humana, una oportunidad para reconocer y honrar las vidas de aquellos seres que, en breve, se convertirán en parte de un sistema que los invisibiliza. Las vigilias son un poderoso llamado a la acción, un momento para reflexionar sobre las verdades incómodas de nuestra sociedad y el valor intrínseco de cada vida que nos rodea.
Las vigilias por los animales son acontecimientos profundamente conmovedores que encarnan la compasión y la empatía inherentes al espíritu humano. Sirven como conmovedor recordatorio de las vidas individuales que a menudo no se ven ni se reconocen dentro del sistema alimentario. Estas vigilias no son meras reuniones; son una forma pacífica de protesta, un momento compartido de reconocimiento a los animales en su último viaje.
En el centro de cada vigilia está la confrontación con una dura realidad: el reconocimiento del sufrimiento y el encuentro cara a cara con seres que con demasiada frecuencia se consideran meras mercancías. Es un momento para dar testimonio de que cada animal, como nosotros, tiene el deseo de vivir y de evitar el dolor.
Al permanecer en vigilia, los activistas envían un poderoso mensaje de solidaridad, amor y esperanza. Es una oportunidad de ofrecer una caricia suave, una palabra amable o simplemente un momento de reconocimiento a estos animales. Estos actos, aunque pequeños frente a un sistema industrializado, forjan una profunda conexión entre humanos y animales, desafiando a otros a considerar la profundidad de lo que se pierde cuando los animales son reducidos a productos.
El impacto de las vigilias por los animales va más allá de los participantes; su objetivo es inspirar el cambio e iniciar una conversación sobre los derechos de los animales, la compasión y las implicaciones éticas de nuestras elecciones alimentarias. Cada vigilia puede ser un catalizador para la transformación, animando a los espectadores y a la sociedad en general a imaginar un mundo en el que todos los seres sean respetados y valorados, no por lo que pueden proporcionar, sino por lo que son.
En esencia, las vigilias por los animales son una llamada a despertar la conciencia de la humanidad, a impulsar un movimiento hacia un mundo más justo y misericordioso, un mundo en el que la empatía supere a la apatía, en el que la bondad sustituya a la crueldad y en el que se aprecie cada vida.
Filmaciones exponen condiciones deplorables y reiterativas en granja porcina del Reino Unido.
Una investigación encubierta ha revelado condiciones desgarradoras en la granja porcina Cross Farm en Holsworthy, Devon, Reino Unido, escribe el periódico británico The Guardian. Las imágenes y videos captados por Glass Wall Films revelaron cerdos que sufrían situación de abandono extremo, que incluía casos de canibalismo, heridas sangrantes y supurantes sin tratar y confinamiento en corrales inmundos. La granja, propiedad de WJ Watkins and Son, ha sido acusada de permitir un “sufrimiento inimaginable” en condiciones que contradicen claramente los estándares legales y de bienestar promulgados por el esquema de garantía Red Tractor, del que forma parte.
En una revelación angustiosa, las imágenes encubiertas mostraron cerdos en espacios estrechos y sucios, con algunos animales visiblemente desnutridos y otros con graves heridas sin tratar. La investigación, que se extendió a lo largo de cuatro noches no consecutivas, puso de manifiesto problemas sistémicos, lo que llevó a la organización animalista Advocates for Animals a denunciar la situación ante las autoridades competentes.
Según The Guardian, no es la primera vez que Cross Farm es objeto de investigación. Una visita realizada por Animal Equality en 2017 dio cuenta de un cuadro similar de abandono, con cerdos confinados en estructuras maltrechas, obligados a yacer en sus propios excrementos. Algunos animales fueron encontrados con grandes hernias en corrales con otros cerdos, mientras que las cerdas preñadas se mantenían en corrales de hormigón, sin comodidad alguna, lo que pone de manifiesto un patrón recurrente de desprecio por el bienestar animal.
Christopher Shoebridge, de Glass Wall Films, expresó su conmoción por la ausencia de las mejoras prometidas, describiendo el estado de la granja como inalterado, o incluso empeorado. La documentación del equipo sobre las condiciones de la granja ha planteado interrogantes críticas sobre el bienestar de miles de cerdos a lo largo de los años y la eficacia de la supervisión estatal o del propio gremio.
Además de los inquietantes hallazgos, el equipo documental informó que los cadáveres de cerdos, observados durante su primera visita, permanecían en los corrales días después, descompuestos y parcialmente comidos por otros cerdos. Las imágenes también mostraban corrales inundados de desechos y cerdos hacinados hasta el punto de la inmovilidad.
Las pruebas condenatorias van más allá de la simple negligencia y ponen en tela de juicio la reputación del Reino Unido en materia de altos estándares de bienestar animal. Las revelaciones coinciden con el estreno de “Pignorant”, un documental en Amazon Prime que cuestiona los supuestos estándares de bienestar en la industria porcina del Reino Unido y expone el controvertido uso del CO2 en el sacrificio de cerdos.
La National Pig Association reconoció que las imágenes mostraban prácticas “por debajo de los estándares”, aunque cuestionó la autenticidad de la grabación y defendió las prácticas estándar de la producción porcina. La asociación afirmó que Cross Farm ha cooperado con las investigaciones y ha cumplido con todos los estándares requeridos.
La gravedad de la denuncia lleva a recordar el caso de las granjas porcinas de Noruega, donde el abuso contra los cerdos es perpetrado a vista y paciencia de las autoridades. Ver artículos de referencia.
Qué pensamos en Sociedad Vegana
El canibalismo entre cerdos, como se observó en Cross Farm, es un comportamiento anormal, principalmente inducido por factores de estrés como el confinamiento en espacios reducidos, la exposición a ruidos súbitos y el manejo inadecuado por parte de los cuidadores. Además, en madres porcinas, matar a sus crías se asocia con condiciones de hacinamiento, la introducción repentina a jaulas de parto sin aclimatación previa, y fluctuaciones hormonales significativas, conductas que se alejan radicalmente de su comportamiento natural bajo condiciones ideales de bienestar. La persistencia de estas prácticas en granjas avaladas por Red Tractor cuestiona la eficacia de tales certificaciones en asegurar el bienestar animal.
El sistema de certificación Red Tractor, que promueve altos estándares en producción, incluyendo seguridad alimentaria, bienestar animal y protección ambiental, enfrenta críticas ante evidencias de maltrato animal, uso indebido de antibióticos y contribución a la contaminación ambiental en granjas certificadas. Esta situación exige una revisión crítica y una posible reevaluación de los métodos de inspección y cumplimiento, para garantizar que las prácticas certificadas reflejen genuinamente los estándares prometidos.
El caso de Cross Farm ilustra la necesidad de reforzar y, posiblemente, rediseñar los procesos de verificación para que la certificación sea un reflejo auténtico de las prácticas implementadas en el terreno.
La confianza en esquemas de certificación como Red Tractor reposa en su capacidad para aplicar y hacer cumplir sus estándares de manera efectiva.
La inacción no solo perpetúa el maltrato y la negligencia hacia los animales, sino que además erosiona la credibilidad y la finalidad de los programas de certificación, reduciéndolos a simples herramientas de mercadotecnia destinadas a tranquilizar a los consumidores, en vez de ser verdaderos estandartes de calidad y ética en la producción de alimentos. Esta situación desvirtúa el propósito original de las certificaciones, convirtiéndolas en promesas vacías en lugar de compromisos reales con prácticas sostenibles y humanitarias.
Ilustración: En un corral, los cerdos son incapaces de moverse debido al hacinamiento, con alrededor de 20 a 25 cerdos apiñados en un pequeño espacio. Fotografía: Advocates for Animals.
El nauseabundo olor detectado en Ciudad del Cabo procedente de un buque brasileño de ganado ha suscitado importantes dudas sobre las prácticas de transporte de animales vivos.
Los habitantes de Ciudad del Cabo experimentaron durante el fin de semana un olor penetrante y desagradable, descrito como “amoníaco puro” que acabó siendo atribuido a un buque de exportación de ganado vivo atracado en el puerto. Este buque, que transporta 19.000 reses de Brasil a Irak, dio lugar a una amplia investigación por parte de las autoridades locales. Los esfuerzos iniciales apuntaron a posibles fugas del sistema de alcantarillado, lo que llevó a la activación de un dispositivo de salud medioambiental. Finalmente, las investigaciones señalaron al barco Al Kuwait como fuente del olor.
Las organizaciones de defensa de los animales han destacado este incidente como un claro indicio de las extremas condiciones que soportan los animales en este tipo de viajes. El Consejo Nacional de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (SPCA) de Cabo de Buena Esperanza, ha expresado su vehemente oposición al transporte marítimo de animales vivos. Por ello, envió un consultor veterinario para evaluar el bienestar del ganado a bordo del Al Kuwait, buque ganadero de bandera kuwaití. Las conclusiones de la SPCA revelaron importantes problemas de bienestar, como la acumulación de heces y amoníaco, que contribuyen a crear un entorno muy angustioso para los animales. “Este olor es indicativo de las terribles condiciones que soportan los animales, que ya han pasado dos semanas y media a bordo, con acumulación de heces y amoníaco. El hedor a bordo es inimaginable, pero los animales se enfrentan a ello todos los días”, declaró la NSPCA en un comunicado. Las impactantes fotografías que ilustran esta nota ponen de relieve la situación en el barco.
La angustiosa situación de Ciudad del Cabo no es un incidente aislado. Recientemente, un buque que transportaba más de 16.000 cabezas de ganado vacuno y ovino a Oriente Medio estuvo varado en el mar durante casi un mes. El gobierno australiano denegó posteriormente una solicitud de reexportación de los animales por una ruta alternativa, alegando preocupación por su salud y bienestar.
Este incidente nos trae a la memoria la terrible experiencia de los terneros a bordo del Elbeik, que cubrimos extensamente hace tres años (ver artículos de referencia). Fue una saga que pone de manifiesto la profunda inhumanidad inherente al comercio de exportación de animales vivos. El viaje del Elbeik, que terminó en Cartagena, España, reveló una cruda realidad: muchos animales no sobrevivieron al viaje, y los que lo hicieron soportaron un sufrimiento inimaginable, solo para ser sacrificados y sus cuerpos incinerados.
El caso del Elbeik, en el que los terneros fueron hacinados en condiciones de suciedad y hacinamiento, sufriendo deshidratación, desnutrición y enfermedades, ofrece una imagen vívida de una industria que opera a expensas de seres sensibles. La gestión inepta, insensible e ignorante de la situación por parte de las autoridades españolas, agravada por sus intentos de ofuscar y desviar responsabilidades, pone aún más de relieve los fallos sistémicos que permiten que se produzcan tales atrocidades.
El comercio de animales vivos, ejemplificado por los viajes del Al Kuwait de Brasil a Irak y el trágico viaje del Elbeik, de España a Turquía, constituyen un crudo testimonio de la inhumanidad inherente a tales prácticas. Estos incidentes no sólo revelan el tormento físico y emocional infligido a estos animales, sino que también reflejan un fracaso ético generalizado a la hora de reconocer y proteger su bienestar. Es imperativo que la comunidad internacional, incluidos los organismos reguladores y los gobiernos, tomen medidas decisivas para poner fin al transporte a larga distancia de animales vivos. Debemos avanzar hacia un mundo en el que ya no se tolere semejante crueldad.