Categories
Derechos animales

España incumple protocolos y deniega acceso al Elbeik a eurodiputada

La eurodiputada holandesa Anja Hazekamp suele ir a los puertos para inspeccionar el estado de los animales en calidad de observadora y nunca le habían prohibido la entrada a un buque. Mientras que el capitán del Elbeik autorizó su ingreso, el Gobierno de España se lo prohibió.

El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) denegó el sábado 27 de marzo el acceso a bordo del buque Elbeik a la eurodiputada holandesa Anja Hazekamp, vicepresidenta de la Comisión de Investigación sobre Protección de los Animales durante el Transporte del Parlamento Europeo, que viajó ayer a Cartagena con la intención de controlar cómo se está produciendo el sacrificio de los terneros del Elbeik, ya que el capitán del buque sí que le dio permiso para subir.

En declaraciones al diario español La Opinión, Hazekamp explicó que suele ir a los puertos para inspeccionar el estado de los animales a bordo en calidad de observadora como miembro de esta Comisión y nunca le habían denegado la entrada a un buque.
A juicio de la eurodiputada, es evidente que las autoridades españolas, específicamente el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, están tratando de ocultar información. Este inédito proceder no se ajustaría a los protocolos vigentes, por lo que Hazekamp denunciará a España ante el Parlamento Europeo.

Hace tres días que se inició el sacrificio de las 1.600 reses a bordo de este buque. El jueves pasado, el primer día, los técnicos de la MAPA sacrificaron en Escombreras a 380 vacas y el viernes a 450. Al respecto, la eurodiputada Hazekamp dijo sospechar de los métodos que están utilizando para sacrificarlos. “Con la velocidad y la poca trasparencia con la que está actuando el Ministerio, probablemente no están aturdiendo a los animales de manera eficaz, creándoles así un sufrimiento innecesario”.

El procedimiento para sacrificar a las reses difícilmente pudo haber tomado por sorpresa al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España. La organización Igualdad Animal lleva semanas exigiendo al Ministerio conocer cómo van a sacrificar a las reses y más información sobre el caso. La propia eurodiputada Hazekamp, a través de la Comisión Europea, envió una petición de información al Gobierno español de la que no ha obtenido respuesta.

Asimismo, Hazekamp no entiende por qué no se ha puesto freno a la exportación de animales en el puerto de Cartagena después del escándalo de los buques Karim Allah y Elbeik.

Esta es probablemente la realidad que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España (MAPA) prefiere ocultar ante la eurodiputada. Fue en parte la incompetencia administrativa de MAPA que ocasionó la tragedia de los barcos Karim Allah y Elbeik. Imagen de Eyes on Animals en Twitter: “Condiciones del ganado a bordo del Elbeik. Esto es lo que sufrieron antes de ser sacrificados”.

Igualdad Animal informa además que cuatro barcos de ganado españoles, tres de ellos que zarparon desde Cartagena, se encuentran inmovilizados en el Canal de Suez después de que un buque atascado haya bloqueado su acceso. El diario The Guardian, en tanto, escribe que un total de 20 barcos que transportan animales vivos se encuentran en la misma situación en el canal.

En Twitter Anja Hazekamp comentó: “Mientras las vacas del barco #Elbeik son sacrificadas, la exportación criminal de animales vivos continúa”.

Fotografía de Anja Hazekamp: fotograma, Twitter

Categories
Derechos animales

Matar por compasión

Consumidos hasta la caquexia por la desnutrición. Peleándose a muerte por unas pocas gotas porque no hay agua al alcance. Así encontraron los inspectores veterinarios a los terneros del buque Elbeik, varado en el puerto de Cartagena tras vagar durante tres meses por el Mediterráneo.

179 cadáveres junto a 1.610 supervivientes, algunos moribundos. Tan hacinados que no pueden tumbarse. Con los pies hundidos en un magma de heces, orines, vómitos y sangre. Con fracturas abiertas, ojos reventando por la infección, hongos que invaden todo el cuerpo, tambaleante de neuropatías. Consumidos hasta la caquexia por la desnutrición. Peleándose a muerte por unas pocas gotas porque no hay agua al alcance. Así encontraron los inspectores veterinarios a los terneros del buque Elbeik, varado en la dársena de Escombreras del puerto de Cartagena tras vagar durante tres meses por el Mediterráneo. Así lo reflejaron en un escandaloso informe que debiera estar ocupando tanto espacio informativo como ocupa ahora el Ever Give, ese buque que ha encallado en el Canal de Suez. Cargado de contenedores, ha causado mucho más revuelo mediático que el otro, cargado de vidas, porque el Ever Give tapona las rutas del comercio, de los ingresos económicos, de las divisas extranjeras, mientras que el Elbeik solo obstruye los canales de la bondad, de la empatía, de la compasión, de la justicia. Esos dos buques son hoy un fiel retrato de lo que somos.

Tan espantoso era el estado de los terneros, que el Ministerio de Agricultura informó a la empresa responsable de su transporte de que debía proceder a su “sacrificio” (para referirse a estos crímenes, el sistema siempre utiliza esa palabra, como si aún tuviéramos que embadurnarnos de sangre ajena para complacer a algún dios implacable). Y quienes llevábamos muchos días sufriendo por esos animales sentimos el más desolador de los alivios: con su muerte, acabaría por fin el infierno que ha sido su vida. A esta paradoja moral hemos sido abocadas. Le han llamado “eutanasia”, desde una perversión lingüística que adultera el significado benefactor de esa palabra de justa actualidad. Si bien la muerte de los terneros pondría fin a su sufrimiento, ese sufrimiento podría haberse evitado antes, debiera haberse evitado mucho antes, si sus vidas no hubieran sido consideradas meras mercancías, si sus cuerpos no hubieran sido aviesamente confundidos con objetos, si su existencia no se identificara con un mero negocio, si no hubieran sido víctimas, desde el instante mismo de su nacimiento, de una absoluta desconsideración por su sentir. No se trataba de poner fin a una vida que ha perdido su dignidad, sino de acabar por fin con unas vidas que nunca la han conocido.

Para justificar esas muertes, el Ministerio de Agricultura adujo razones “sanitarias”, en referencia a la presunta ‘lengua azul’ que impidió que fueran descargados en Turquía, en Libia, en Egipto, en Chipre y en Grecia, aunque esa enfermedad no haya sido oficialmente confirmada. Como desechos morales del sistema, los terneros encerrados en el barco vagaron durante tres meses a la deriva. Tres meses. El Ministerio se refirió también al “bienestar animal” para ordenar el “sacrificio”. La situación de los terneros obligaba a matar por compasión. Y, después de esos tres meses, deseamos semejante paradoja, el alivio del crimen, pues no esperamos de un sistema cruel por definición que se plantee siquiera el rescate y la asistencia humanitaria de sus víctimas. Pero estamos obligadas a preguntarnos, a saber, por qué su situación era esa y por qué sucedía, además, solo una semana después de que otros 864 terneros fueran matados en el mismo puerto de Cartagena tras haber llegado a bordo del buque Karim Allah.

Las respuestas son muy simples, solo hay que querer oírlas, escuchando a las entidades animalistas que se han preocupado por conocer la verdad frente a una falta de transparencia que es escandalosa: ¿por qué, si no, la prensa no ha sido autorizada a acceder a los barcos? Martina Stephany, directora de la organización austriaca Four Paws, viajó a Cartagena para documentar lo sucedido en la medida que el sistema permite: lo más lejos posible. Escucharla, como escuchar a Igualdad Animal, que también ha estado allí, es encontrar esas respuestas. El sistema del consumo de carne permite exportar a millones de animales vivos en largas travesías que -incluso llegando a su destino, sin que se rechace su desembarco, como ha sucedido con el Karim Allah y con el Elbeik- suponen una tortura para ellos. Exportar animales vivos a terceros países debiera estar prohibido. Millones de pollos, vacas, cerdos, ovejas, cabras y caballos se transportan vivos para su comercio dentro de las fronteras de la Unión Europea, a menudo durante días y semanas. Van hacinados, soportando temperaturas extremas, heridos, con fracturas, a punto de parir, agonizando. No importa que muchos mueran durante la travesía: es un porcentaje contemplado en el plan de negocio.

Imagen de Eyes on Animals en Twitter: “Condiciones del ganado a bordo del Elbeik. Esto es lo que sufrieron antes de ser sacrificados”.

La UE dispone del Reglamento 1/2005 sobre la protección de los animales durante el transporte. Es una falacia de protección, pero es exigible, al menos, la observación de sus exiguas normas, que se incumplen de manera sistemática. Nadie controla de verdad el bienestar de los animales porque en sus propios términos es una descomunal patraña: no es posible bienestar alguno en la exportación de animales vivos. Ni siquiera nos estamos refiriendo (como moralmente debemos) al hecho mismo de criar y matar animales para el consumo humano. Nos referimos a que, al menos, lo que se transporte en largas y extremas travesías sea la carne ya muerta, los miembros ya despiezados, el semen de los reproductores. Una moral de mínimos. Para desatascar, aún con menor ahínco que el de Suez, el canal de nuestra empatía. Para, al menos, matar con coherencia: porque no importan sus vidas. Y así no caer en la paradoja de tener que matar por compasión.

Por Ruth Toledano @ruthtoledano

Este artículo fue publicado originalmente por eldiario.es