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Ecoparque de Buenos Aires:  Un rayo de esperanza para la conservación de la fauna

El Ecoparque de Buenos Aires ha pasado de ser un zoológico motivado por el lucro a un santuario centrado en la conservación que prioriza el bienestar animal y la sostenibilidad medioambiental.

El Ecoparque de Buenos Aires ha pasado de ser un zoológico motivado por el lucro a un santuario centrado en la conservación que prioriza el bienestar animal y la sostenibilidad medioambiental.

En una notable transformación, el Zoo de Buenos Aires ha pasado de ser un centro de entretenimiento con fines de lucro a convertirse en un ecoparque centrado en la conservación, uniéndose así a una tendencia creciente en el país sudamericano, que da prioridad a la conservación y rehabilitación de la fauna salvaje por encima del entretenimiento público. Este giro supone un cambio significativo en el funcionamiento del parque y se enmarca en un movimiento más amplio hacia planteamientos más éticos y sostenibles en la gestión de la fauna silvestre.

El Ecoparque de Buenos Aires sirve ahora de santuario para la fauna salvaje con necesidad de cuidados y rehabilitación en toda Argentina, escribe el 19 de junio el periódico británico The Guardian. El parque alberga también el mayor biobanco del continente, que conserva el material genético de 120 especies en suspensión criogénica. Este compromiso con la conservación y la investigación se ha ganado el apoyo tanto del público como de la comunidad científica, que reconoce a Ecopark como un socio vital en la protección de la biodiversidad del país.

La transición de zoológico a ecoparque comenzó en 2016, tras la creciente desaprobación pública de los anticuados recintos del zoológico y su enfoque en la exhibición de animales para el entretenimiento. En los últimos siete años, el ecoparque ha retirado más de 1.000 animales, con destino a santuarios de todo el mundo, lo que refleja su compromiso de dar prioridad al bienestar animal. En la actualidad, sólo quedan en el parque unos pocos “animales heredados”, debido sobre todo a su avanzada edad y a las dificultades asociadas a su traslado.

Dolores Medina, coordinadora de conservación y vida salvaje del parque, subraya el cambio de prioridades: “Como zoológico, la conservación quedaba relegada a un segundo plano frente a su principal objetivo, ganar dinero. Ahora, no tenemos animales aquí con el propósito de ser mostrados al público… Trabajamos por la conservación de las especies pero también para concienciar a la gente de cómo están afectando a los animales”.

La transformación va más allá de los propios animales: varios edificios históricos del parque se han restaurado y reconvertido en oficinas, cafeterías, centros educativos y un hospital de animales de última generación. La antigua casa de los babuinos, por ejemplo, sirve ahora de centro de tratamiento para animales salvajes accidentados de toda Argentina.

El ecoparque de Buenos Aires no es el único en este movimiento, ya que zoológicos de Mendoza, Córdoba y Medellín también se están transformando en ecoparques o parques de conservación. Esta tendencia regional se debe en parte a la disminución del número de visitantes en comparación con los zoológicos de Europa y Norteamérica y a las crecientes críticas del público.

El Ecoparque de Buenos Aires sigue abierto a los visitantes, aunque con un límite diario restringido de 2.000 personas. Ahora se centra en la conservación y el rescate, con numerosos programas destinados a recuperar especies amenazadas como los guacamayos rojo y verde, los cóndores andinos, los tapires y las tortugas gigantes. El parque también colabora con organizaciones como Rewilding Argentina y la Fundación Bioandina para reintroducir animales en sus hábitats naturales y promover la conservación de ecosistemas críticos.

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Aunque los zoológicos han desempeñado históricamente un papel en la educación pública y la conservación, la práctica de confinar a grandes animales que naturalmente viven en libertad, a espacios reducidos, solo para el entretenimiento humano, plantea importantes problemas éticos. Animales como los elefantes, las jirafas y los grandes carnívoros están biológica e instintivamente condicionados para recorrer grandes territorios, participar en complejas interacciones sociales y mostrar comportamientos naturales que no pueden reproducirse en cautiverio. El confinamiento de los zoológicos tradicionales a menudo provoca trastornos físicos y psicológicos en estos animales, que se manifiestan en comportamientos como deambular desorientados, la automutilación y la depresión.

En cambio, iniciativas como la transformación del Zoo de Buenos Aires en un ecoparque representan un enfoque progresista y humanitario de la conservación de la fauna silvestre. Estos ecoparques dan prioridad al bienestar de los animales, centrándose en la rehabilitación, conservación y reintroducción de especies en sus hábitats naturales. Al pasar del entretenimiento a la conservación y la educación, estas instalaciones no sólo mejoran la vida de los animales, sino que contribuyen a una mayor sostenibilidad medioambiental.

A medida que aumenta la concienciación pública sobre el bienestar de los animales, se hace cada vez más evidente que el modelo tradicional de zoo es anticuado y problemático desde el punto de vista ético. La adopción del concepto de ecoparque, como demuestra el ecoparque de Buenos Aires, es un paso adelante encomiable. Es coherente con un planteamiento más compasivo y basado en la ciencia para interactuar con la fauna silvestre y protegerla, garantizando que las generaciones futuras puedan apreciar la riqueza de la biodiversidad sin comprometer la salud y la dignidad de los animales que pretendemos proteger.

Ilustración: fotogramas, presentación de la iniciativa “UTOPÍA, historia de una transformación” en YouTube.