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Derechos animales

Más allá de la foto: el verdadero coste de los encuentros con animales en el turismo

La sinceridad de Chris Packham sobre una acción de la que se arrepiente resuena profundamente en mí, ya que yo también he participado en prácticas cuestionables de turismo animal de las que ahora también me arrepiento, como galopar imprudentemente a caballo hasta posar con un caimán inmovilizado.

La sinceridad de Chris Packham sobre una acción de la que se arrepiente resuena profundamente en mí, ya que yo también he participado en prácticas cuestionables de turismo animal de las que ahora también me arrepiento, como galopar imprudentemente a caballo hasta posar con un caimán inmovilizado.

Chris Packham, naturalista británico de renombre, defensor del medio ambiente y presentador de televisión conocido por su trabajo en el programa Springwatch de la BBC 2, ha escrito recientemente un artículo que invita a la reflexión sobre la ética del turismo animal. Como persona que ha dedicado su vida a la conservación de la vida salvaje y a la educación, las palabras de Packham tienen un peso considerable en la conversación sobre cómo interactuamos con los animales cuando viajamos.

En su artículo, publicado por The Guardian el 23 de julio, Packham admite un error cometido en el pasado: montar en elefante en un safari con su hijastra. Explica que en aquel momento le pareció que era la única forma segura de ver tigres en su hábitat natural. Pero con la perspectiva que da el tiempo y un conocimiento más profundo del bienestar animal, ahora se da cuenta de que la experiencia buscaba la satisfacción humana a expensas del bienestar de los elefantes.

La honestidad de Packham sobre sus acciones pasadas resuena profundamente en mí, ya que yo también he participado en prácticas de turismo animal cuestionables de las que ahora me arrepiento. Dos experiencias en particular me causan especial remordimiento:

Fiasco de equitación en un balneario

Durante unas vacaciones juveniles en la playa, me apunté con entusiasmo a montar a caballo, una de las muchas actividades turísticas que se ofrecían. Cegado por la emoción e ignorante de la inmensa responsabilidad que conlleva manejar una criatura tan magnífica, tomé una serie de decisiones lamentables.

A pesar de mi inexperiencia, impulsé al caballo al galope, persiguiendo temerariamente una descarga de adrenalina. Mi inexperiencia me llevó a cometer errores de novato: tirar demasiado fuerte de las riendas, cambiar mi peso de forma errática y, en general, tratar a este ser sintiente como poco más que una máquina de emociones.

La despreocupación de los encargados del caballo era igualmente llamativa. Su única prioridad parecía ser si yo podía pagar, mostrando una flagrante indiferencia tanto por el bienestar del animal como por mi propia seguridad.

Como señalé, reflexionar sobre esta experiencia me llena de remordimiento. Reconozco el estrés innecesario y el peligro potencial que infligí a ese noble animal. Mi egoísta búsqueda de emociones eclipsó por completo cualquier consideración por la comodidad o el bienestar del caballo. Este recuerdo me sirve para ilustrar cómo la ignorancia y la desconsideración pueden llevarnos a explotar a los animales para nuestra efímera diversión.

Insensatez en una granja de caimanes

En un viaje a una granja de caimanes, participé en lo que ahora reconozco como una oportunidad fotográfica abusiva. Posé con un pequeño caimán cuyas mandíbulas estaban atadas con una cuerda y me coloqué a la indefensa criatura alrededor del cuello para parecer «intrépido» en un selfie turístico. Lo absurdo de la situación está ahora dolorosamente claro: no había nada de valiente en manipular un animal inmovilizado para tomar una fotografía.

Estas experiencias, como el paseo en elefante de Packham, parecían inofensivas o incluso emocionantes en su momento. Sin embargo, representan un aspecto inquietante del turismo animal que da prioridad al entretenimiento humano sobre el bienestar y la dignidad de los animales.

Como Packham afirma elocuentemente en su artículo: «Ninguna emoción de cinco minutos o posterior publicación en las redes sociales que obtengamos de un encuentro con un animal vale una vida de sufrimiento para ellos». Este sentimiento resume perfectamente la necesidad de reevaluar nuestro enfoque de las interacciones con los animales cuando viajamos.

¿Qué podemos hacer para ser turistas más éticos con los animales? Packham hace varias sugerencias valiosas:

1. Utilicemos nuestro poder adquisitivo con prudencia, negándonos a gastar dinero en experiencias que puedan causar sufrimiento a los animales.

2. Investiguemos antes de participar en actividades relacionadas con animales.

3. Informemos de incidentes de crueldad animal en atracciones turísticas a las autoridades u organizaciones animalistas.

4. Busquemos alternativas éticas, como observar a los animales en su hábitat natural o visitar santuarios legítimos.

Mis acciones hicieron germinar valores veganos

Tras adoptar un estilo de vida vegano hace 12 años y dedicarme desde entonces a promover los derechos de los animales, ahora recuerdo los episodios mencionados con profundo pesar. Las dos criaturas inocentes y sensibles que utilicé irreflexivamente para mi entretenimiento no se lo merecían. Aunque podría alegar ignorancia y estupidez juvenil como defensa, sé que eso es insuficiente. Como muchos de quienes adoptan el veganismo, viví un momento decisivo en el que me di cuenta del daño que infligimos a los animales, no sólo por el consumo de productos animales, sino también por tratarlos como meros accesorios para nuestra diversión. Estas experiencias, entre otras cosas, alimentan ahora mi pasión por defender el bienestar y los derechos de los animales.

Debemos examinar críticamente nuestras interacciones con los animales y tomar decisiones conscientes que respeten su valor y dignidad inherentes. Nuestros fugaces momentos de entretenimiento nunca deben ser a costa del bienestar o la libertad de un animal.

Héctor Pizarro
Sociedad Vegana