Nuestra entrada de blog “Explotando la inocencia a cambio de likes: YouTube y la necesidad de una opción para denunciar el maltrato animal” motivó una indignada reacción de uno de nuestros lectores, quien se preguntaba por qué habíamos elegido China en particular, como ejemplo de lo que denominó “crueldad percibida hacia los animales”. Con esto, el lector se refería a nuestra mención del empaquetamiento de crías de cerdo en unas instalaciones chinas, para ser despachadas y vendidas como mascotas.
Aunque estamos de acuerdo en que los videos de YouTube son una representación selectiva de la realidad, y pueden no reflejar actitudes o comportamientos sociales más generales, es un hecho que los contextos culturales tienen efectivamente un papel en la modelación de las interacciones de los humanos con los animales.
Creemos, por lo tanto, que los factores culturales influyen en las percepciones y acciones en materia de bienestar animal. En todo el mundo, las actitudes hacia los animales pueden variar significativamente, influidas en gran medida por una mezcla de normas sociales, creencias religiosas, circunstancias económicas y prácticas tradicionales.
Observando algunos de los videos virales, a menudo encontramos un patrón recurrente. Ciertas interacciones, sobre todo las que aparecen en filmaciones procedentes de Asia, especialmente de países como China y Japón, parecen mostrar ocasionalmente un nivel diferente de preocupación o, mejor dicho, indiferencia, por el bienestar animal. Por ejemplo, el video que mencionamos, sobre el embalaje de crías de cerdo en cajas de cartón para su comercialización como mascotas, donde la angustia de los animales implicados es claramente evidente, resulta perturbador para muchos – excepto para quienes lo publicaron.
En este contexto, es dable mencionar otro ejemplo de prácticas culturales que repercuten en el bienestar animal, y potencialmente en la salud humana: los “mercados húmedos” típicos de diversas partes de Asia. Estos mercados, arraigados en la tradición, son lugares donde se vende para el consumo una gran variedad de animales vivos, tanto salvajes como criados en granjas. Las condiciones de estos mercados son realmente desconcertantes para cualquier observador externo, al mezclarse imágenes de extremo sufrimiento y confinamiento animal con olores propios del flujo de sangre, orina, heces y agua en unas condiciones estrechas, e insalubres por definición. Aunque estos mercados forman parte de tradiciones culturales ancestrales, es evidente, y está demostrado, que también conllevan importantes riesgos para la salud pública. Se ha implicado a estos mercados como focos de enfermedades zoonóticas, es decir, aquellas que pueden saltar de los animales a los seres humanos. Se estima, por ejemplo, que la pandemia de Covid-19 se originó en un mercado húmedo de Wuhan, China.
Lo anterior pone de relieve la urgente necesidad de un diálogo global honesto sobre la intersección del bienestar animal, las prácticas culturales y la salud pública, dirigida a crear soluciones que, necesariamente, moderen ciertas tradiciones culturales y al mismo tiempo den prioridad al bienestar animal y a la seguridad sanitaria mundial.
Teniendo presente el imperativo de ser prudentes al hablar de culturas, queremos recalcar que estas observaciones no pretenden ser generalizaciones sobre ninguna cultura o nacionalidad en particular. En efecto, en Sociedad Vegana tenemos un enfoque amplio e imparcial en nuestra cobertura. Afirmamos inequívocamente que ninguna cultura, tradición o nacionalidad está exenta de nuestro escrutinio cuando se trata del bienestar animal. La inmensa mayoría de nuestro contenido hasta la fecha ha puesto de relieve la sórdida realidad de la cría, explotación, transporte y sacrificio de animales en países occidentales como el Reino Unido y España, así como tradiciones culturales brutales como el rodeo chileno o las corridas de toros que prevalecen en España, México y Colombia.
Además, no hemos dudado en denunciar las llamadas “tradiciones gastronómicas” que implican una crueldad sistemática con los animales, como la alimentación forzada de gansos para el foie gras de Francia, o la salmonicultura escocesa. También hemos criticado abiertamente a gobiernos, como el de Noruega, cuando han mostrado negligencia e incompetencia en la protección de los animales, o a otros, como el de Estados Unidos, que ha capitulado ante las instrucciones que recibe del poderoso lobby de la industria cárnica.
Creemos firmemente que la lucha contra la crueldad hacia los animales es universal y trasciende fronteras y contextos culturales. Nuestra misión es arrojar luz sobre todas las formas de maltrato animal, independientemente de dónde se produzcan o de quiénes sean sus autores. La crueldad contra los animales no tiene nacionalidad; es un problema global que requiere atención, concienciación y acción globales.
Para concluir, si bien es cierto que los contextos culturales pueden influir en nuestras interacciones con los animales, la empatía y la preocupación por el bienestar animal no son exclusivas de ninguna cultura o región. El cambio es posible; una dieta basada en plantas es beneficiosa para la salud humana y la sostenibilidad del planeta. Es nuestra responsabilidad colectiva como ciudadanos del mundo promover la bondad y el respeto hacia todos los seres vivos, independientemente de nuestros orígenes culturales.
Héctor Pizarro, Sociedad Vegana
Ilustración: Canva